Como dijo Jorge Santayana: “Quién no aprende de los errores del pasado, está condenado a repetirlos”. Es así que, la humanidad esperaba que este siglo XXI fuera distinto, mucho mejor que el siglo XX, pero atemorizados por los acontecimientos, resultado de una pésima gestión de las élites gobernantes, la humanidad espera que en cualquier momento suceda algo funesto para la vida en el planeta.

Los tiempos difíciles en la geopolítica del siglo XXI se deben a varios factores que han cambiado el equilibrio de poder y las relaciones internacionales. Algunos de estos factores son: la emergencia de nuevas potencias económicas y militares, como China e India; el aumento de los conflictos regionales y globales, la crisis climática y sus efectos sobre la seguridad alimentaria, la migración y la salud; el auge del populismo, el nacionalismo y el extremismo, que amenazan la democracia y los derechos humanos; y la transformación digital y tecnológica, que plantea nuevos desafíos y oportunidades para la cooperación y la competencia.

El siglo XX se caracterizó por las grandes guerras mundiales, por las invasiones y la guerra de guerrillas, la guerra de los Balcanes, el mundo bipolar y con la caída del Muro de Berlín, el inicio de la unipolaridad, esto sirvió para afianzar el poder hegemónico de los Estados Unidos alcanzado en 1944 con la entrada en vigencia del dólar como moneda de referencia internacional a través de los Acuerdos de Bretton Woods.

Afganistán, junio de 2023, dos jóvenes descansan en una pequeña habitación que sirve como puesto de control en la montañosa región de Wardak. 📷 Rodrigo Abd

El siglo XXI inició con los atentados del 11 de septiembre de 2001 ataques terroristas suicidas cometidos en Estados Unidos, por el grupo Al Qaeda. Luego, la invasión a Irak y la lucha contra el terrorismo, la intervención militar en Libia, la misión militar en Afganistán que duró 20 años, la intervención militar en Siria, la guerra en Ucrania,  los acontecimientos nefastos de un apartheid israelí contra la población palestina y la posible intervención de China en Taiwán.

Ese pequeño recuento de sucesos en contra de la humanidad en este siglo nos espanta y nos hace ver con desconfianza la labor de organizaciones como la OTAN que en representación de la cultura occidental envían al mundo una señal inequívoca de mantener el estatus hegemónico a sangre y fuego.

En Ucrania, occidente desde 2014 provocó una serie de manifestaciones que desembocaron en un golpe de Estado, luego en febrero de 2022 la Federación Rusa inicia una operación militar especial y como respuesta occidente dispuso sanciones que se dispararon hasta llegar a más de nueve mil. Los países miembros de la OTAN han invertido cantidades exorbitantes de dinero, han donado armamento bélico de todo tipo, la contratación de mercenarios para apoyar al ejército ucraniano, han cometido actos de sabotaje como el ejecutado contra el gasoducto ruso-alemán Nord Stream y han puesto en riesgo a poblaciones como la finlandesa con su adhesión a la OTAN. Lo paradójico es que occidente no ha podido vencer a su oponente euroasiático. A finales de este 2023 el rublo se cotiza mejor que antes de iniciar las hostilidades con Ucrania, entre otras razones, gracias a los hidrocarburos.

La crisis se ha trasladado al plano económico comercial, pues occidente pretende bloquear a la organización de los Brics que representará a partir de 2024 el 40% del PIB mundial con la incorporación de 6 países, superando al G7 (economías occidentales). Indubitable es que en este siglo XXI se inicia una nueva relación geopolítica bipolar marcada por el grupo de los Brics y una nueva moneda de referencia internacional bajo el patrón oro.

Una soldada ucraniana revisa su celular en Kiev. 📷 Rodrigo Abd

Ante este escenario complejo y dinámico, los actores geopolíticos deben adaptarse y buscar estrategias que les permitan defender sus intereses y valores, así como contribuir al respeto por los Derechos Humanos y a la disminución de la desigualdad. Para ello, es necesario fortalecer el multilateralismo, el diálogo y el consenso, respetar el derecho internacional, promover la integración regional y la cooperación, prevenir y resolver los conflictos mediante la diplomacia y la mediación. De continuar con este macabro atavismo, la destrucción del mundo está a la vuelta de la esquina.