La democracia en Guatemala, consiste únicamente en la celebración de elecciones cada 4 años. Las reglas electorales no necesariamente indican la existencia de una democracia, sobre todo cuando están hechas para favorecer a determinados grupos. Algunas de las peores dictaduras y regímenes autoritarios en Guatemala, iniciaron con la farsa de las elecciones. Esa elección, se ha convertido en una regla perversa, sin importar la calidad y cualidades de los mandatarios electos, con tal de cumplir con esa única norma cercana a la democracia que funciona en el país. Cada elección, ha constituido una caja de sorpresas, donde los candidatos convertidos en mandatarios, se han caracterizado por su mediocridad, poca visión de estadistas e improvisación política. No existen parámetros ni filtros que midan capacidades, trayectoria, experiencias, idoneidad, integridad, formación política y sobre todo, que se encuentren preparados para gobernar.

La democracia representativa electoral se ha desvirtuado a tal grado que el Tribunal Supremo Electoral, TSE, se fue pervirtiendo y desnaturalizando en sus funciones, controlado y dirigido por un sistema perverso creado por el Pacto de Corruptos, el cual ha decidido por anticipado quiénes deben ser electos y quiénes no, oponiéndose a que los ciudadanos decidan en las urnas. Ello constituye una negación a los principios de la democracia, y tales acciones del TSE, no responden a la participación ciudadana. ¿Si ello no constituye un fraude, de qué manera se puede considerar?

Fotografía de Fernando Chuy

La democracia entonces no es solo una alternativa al autoritarismo que ha gobernado el país por décadas. Se trata de una forma de gobierno que busca la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones, en cuanto a quienes los deben gobernar y a quienes delegan ese derecho, para beneficio de las mayorías, que no delegan poder para construir dictaduras y regímenes autoritarios. Los gobiernos autoritarios benefician a pocas personas o élites, donde nadie se puede quejar, so pena de ser reprimido. Porque las instituciones obedecen a una persona o grupo de personas como la oligarquía, dueña del Estado, que según la historia se ha mantenido en el poder, y que actúa con plena libertad para someter a la sociedad. De esa cuenta las elecciones constituyen una farsa, que trata de dar la percepción ante el mundo y la sociedad, de la existencia y práctica de una democracia.

La democratización de una sociedad, por tanto, va mucho más allá del ejercicio electoral. Una sociedad es democrática cuando el conjunto de sus instituciones políticas, sociales, económicas y culturales se regulan de conformidad con los valores y principios que rigen la participación ciudadana, que regulan el bien común y crean condiciones para generar el desarrollo y el bienestar de la sociedad.  Estas instituciones funcionan para los fines que fueron creadas, promoviendo el Estado de Derecho, la Justicia, la Seguridad, los Derechos Ciudadanos y los Derechos Humanos, generando grandes resultados para alcanzar el Bien Común.

Las últimas decisiones fundamentales del actual proceso electoral, no fueron tomadas por el TSE, porque son solo sirvientes de un sistema perverso, sino a partir de los verdaderos factores del poder económico, que siguen siendo los dueños del país.  Quienes utilizan el Estado a su conveniencia y que tienen a unas cuantas organizaciones de empresarios menores, que dan la cara ante las demandas sociales y en algunas de las tomas de decisiones político-económicas de Estado.  Manejan los partidos políticos a los que financian y los ponen a competir “democráticamente”, pero por supuesto, constituye una mascarada. Todo con la venia de la “embajada”, que aparentemente permanece ajena, sin inmiscuirse en los asuntos internos del país y respetando la soberanía nacional.

Los electores están cargados de incertidumbre y muy desesperanzados, el problema lleva a no creer en el proceso electoral y falta poco para que no crean en el sistema, porque con ningún gobierno reciente se han visto cambios reales. Los actuales candidatos, algunos son los de siempre, otros afines al Crimen Organizado, otros perfectos desconocidos, y otros con una trayectoria contrainsurgente, con los que tampoco se tiene ninguna perspectiva y todo apunta al hartazgo ciudadano. Los partidos de derecha, la moderada y la fascista, no plantean nada nuevo por su falta de creatividad y porque su forma de gobernar consiste en la utilización de la fuerza, únicamente hacen regalitos a los electores y ponen maquillaje a la Mano Dura, para atraer el voto. Para los electores, da lo mismo que gane cualquier candidato, dado que sus programas de gobierno no están adecuados a la triste realidad del país, y porque están seguros que no se esperan cambios de ninguna naturaleza.

La actual campaña electoral, se centra en buena medida en imágenes y superficialidades, que más bien suenan a burla, y los ciudadanos ya está cansados de todo eso. Todo ese descontento masivo, explica porque crece la opción del voto nulo.  Y porque, este teatro montado, les constará a los contribuyentes muchos millones de quetzales, que se invertirán en esa farsa, perfectamente organizada.