La República de Guatemala se encuentra situada en una región geográfica altamente vulnerable y susceptible a sufrir desastres naturales. Como terremotos, erupciones volcánicas, sequías, incendios, inundaciones, deslaves, y también es blanco de los huracanes y sus efectos. Cada uno de estos eventos, han dejado una profunda huella en la conciencia de los pobladores en las diferentes regiones del país, donde han afectado y provocado un sin número de tragedias, que dejaron como saldo, víctimas mortales, destrucción o daños en sus viviendas, siembras y la muerte de animales domésticos. No todos los eventos se pueden prever, por ejemplo, los terremotos, que con la tecnología existente en el país, son imprevisibles. En todo caso, las acciones estatales, deberían estarse concentrando en el quehacer durante el fenómeno y las políticas encaminadas a enfrentar las consecuencias del desastre.

📷 David Toro

La vulnerabilidad,  se produce cuando una población está o queda expuesta a algún peligro o amenaza, y resulta afectada por sus efectos negativos. Es sinónimo de inseguridad y se entiende como las características de una persona o grupos desde el punto de vista de su capacidad para anticipar, sobrevivir, resistir y recuperarse al impacto de una amenaza. Implica la combinación de factores que determinan el grado hasta el cual la vida y la subsistencia de alguien queda expuesta al riesgo por un evento distinto e identificable de la naturaleza o sociedad.

Desde hace algunas semanas, se viene pregonando el inicio de la temporada de incendios. Planteada así, como si fuera un hecho inevitable, que no se pudiera prever, como si fuera motivado por causas naturales, como sí es el caso de la temporada de lluvias o de ciclones. Se considera que algunas causas son la quema agrícola, las intencionales y otras. Sobre las intencionales, es necesario indicar que estas surgen por el irracional y no planificado manejo de la tierra y sus recursos, hablo de los incendios forestales que en su mayor parte son recurrentes por la tala inmoderada de los bosques y selvas, o el caso de las rozas, siembras de estación y también la preparación de la tierra para la introducción de pastos en la introducción de la ganadería. Según estudios el 98 % de los incendios forestales son provocados por el ser humano, por el mal manejo del fuego.

Deben incluirse aquellos incendios provocados para cometer actos delictivos, como sucede en Petén cuando construyen pistas aéreas clandestinas que sirven al narcotráfico o en siembras ilícitas. La mayoría son incendios provocados con el afán de ganar la frontera agrícola con el bosque, introducir plantaciones extensivas y otros cultivos que benefician solo a unos cuantos, como sucede con la palma africana.

En el marco de estas actividades destaca la ausencia total del Estado, que está obligado a adoptar las medidas de seguridad pertinentes. Hoy estamos sin políticas públicas para hacer frente a esas amenazas y sin recursos que permitan a las instituciones implementar una adecuada gestión de riesgo. No se cuenta con el personal suficiente, ni los equipos adecuados que les permitan combatir lo que representa estar presentes en todo el país, para mitigar y combatir los fuegos. Se aborda esta amenaza, cada vez que se presentan y la población se ve afectada, entonces de manera improvisada, se empieza a considerar qué medidas emergentes se pueden impulsar.

Karin Herrera, presidente en funciones, ante la ausencia de Bernardo Arévalo, supervisó la gestión de CONRED en el marco de las acciones para apagar el incendio en el volcán de Agua. 📷 cortesía de la Vicepresidencia de la República.

Según estadísticas, solo en 2024, Guatemala ha pedido 1,927 hectáreas de bosque, por los 383 incendios forestales reportados, hasta este viernes 1 de marzo. La capacidad de las autoridades para responder a esas emergencias se encuentra bajo presión, debido a la propagación de los fuegos hacia otros sectores que pueden ser afectados por el aumento de la sequía, y no se cuenta con los recursos necesarios. Se debe considerar que hacen falta dos meses para que inicien las lluvias, por lo que se puede prever un aumento de incendios que pueden quedar fuera de control.

Se debe incluir en las políticas de Estado, la visión de la prevención de desastres y como un elemento importante, para darle continuidad a la vida de sus habitantes como patrimonio y bien a defender, así como garantizar la conservación del ambiente, donde tiene lugar la vida digna de su población. Para ello se deben fortalecer los sistemas y las instituciones que deben enfrentar las crisis. La alerta temprana, significa contar con planes de prevención y contingencia, asistencia de todo tipo, equipos, transportes y lugares para la evacuación y albergues, garantizando la seguridad para los afectados, y la posibilidad de recuperar sus viviendas o nuevos lugares para reconstruirlas.

Una adecuada gestión de riesgo, se debe plantear con una nueva visión para abordar el tema de los desastres, que no solamente consideran su problemática particular, sino también los riesgos que se pueden originar, generando descontento y agotamiento de la población ante sus autoridades, al no ser apoyada oportunamente.  Lo anterior, pone en riesgo la misma gobernabilidad, lo cual puede originar una situación política, donde la sociedad cuestione a su gobierno y plantee sus propias formas de resolver la problemática.

Brayan García, especialista del ejército posa frente a la cámara después de 5 horas de prestar sus servicios en el despliegue para mitigar el incendio en las faldas del volcán de Agua,  febrero 2024. 📷 David Toro