Los acuerdos de paz suscritos en 1992 entre el gobierno de la Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) “son una farsa”, una afirmación contundente para señalar uno de los hitos históricos más importantes de la historia de El Salvador y de toda la región, recordemos que al menos durante 12 años aquel país vio una de las más cruentas guerras internas de todo el continente en el siglo XX, a pesar de ser un país pequeño y de los más pobres, fue tal el grado de salvajismo que el gobierno de Estados Unidos (que en ese momento estaba comprometido con impedir el avance del comunismo en la región) no dudo en proporcionar ayuda militar multimillonaria, algunos analistas llegaron a afirmar que esta se podía contabilizar, al final de la guerra, en casi un millón de dólares al día.

Un exintegrante de la Guardia Nacional salvadoreña, esposado, en el sitio de una masacre cometida por su unidad en Armenia, provincia de Sonsonate, 1984. 📷 de Scott Wallace

Pero lo que pasó al final, creo que todos los sabemos, porque  fue casi la misma película de lo que paso acá, acuerdos de paz, por presión y luego aplauso internacional, desfile de funcionarios con la chequera en mano pululaban en el campo y la ciudad, las oenegés se quintuplicaron, los programas bilaterales con el gobierno, los préstamos y demás, y al mismo tiempo la miseria seguía y no solo eso, en aproximadamente 15 años posteriores a la firma de los acuerdos de paz, al igual que en Guatemala, la cantidad de muertos por la delincuencia había rebasado a todos los muertos durante el conflicto armado.

Obviamente como instrumento de paz esos acuerdos no sirvieron para nada, es más, el cogobierno entre la extrema izquierda y la derecha mercantilista no logró revertir el proceso de descomposición social, se puede hablar de crecimiento económico sí, pero las condiciones de pobreza y marginalidad que tanto se señalaba como causa estructural del conflicto eran las mismas más de 20 años después de aquella firma.

Pero regresemos a lo dicho por Bukele en su discurso de la victoria, la lectura del conflicto ahora se puede ver así: aquello fue la disputa por el poder de fuerzas políticas a las que les importaba un bledo la población, no dudaron en matar a inocentes y manipular a toda una generación de jóvenes para que se inmolaran, comparto 100% esa visión, el FMLN que fue una de las partes signatarias en los acuerdos de paz, saco el 7% de los votos en estas elecciones, después de dos gobiernos seguidos, la paradoja es que se tardaron 32 años para llegar a esto y en Guatemala sus homólogos de la URNG lo hicieron en menos de 10. Lo que demostró, con cifras duras, que la población los desprecia, no representan más que un nefasto recordatorio de lo que fue la guerra fría en nuestras tierras.

Se hace necesaria la discusión histórica, nuevamente, de lo que fue el conflicto armado interno, no dejarle a la iglesia católica esa tarea porque después de todo ellos mismos fueron parte de lo más nefasto de la guerra, es hora de que la academia secuestrada por la izquierda finalmente abra los ojos y se asuma como la voz de la ciencia y no del discurso maniqueo.

Nayib Bukele y su esposa Gabriela Rodríguez durante la proclamación de su victoria en San Salvador, El Salvador con 85% de los votos. 📷 Bienvenido Velasco

Que si Bukele es la mejor opción para los salvadoreños, solo con ver el porcentaje de 85% de los votos válidos lo dice todo, lo que hay en las calles y el campo se mostró en las urnas, lo demás es interpretación desde la distancia, a ver, si es cierto que gran parte de los presidentes de Estados Unidos han sido reelegidos, lo que diría que varios han estado en el poder al menos 8 años, los primeros ministros de varias naciones europeas, con sus sistemas políticos han permanecido hasta 16 años en el poder como fue el caso de Angela Merkel, y antes de que cuestionen a partir de diferenciar un sistema presidencialista de otro parlamentario, déjenme decir que en ambos la constante es que son políticos los que lo lideran, y esos son refrendados por el voto directo o indirecto, y si el electorado alemán votó por la opción de Merkel es porque algo hizo para merecerlo, por lo que sus cuestionamientos estúpidos solo devienen de la enorme prepotencia neocolonial que aún persiste como enfermedad mental en quienes se asumen con superioridad moral para cuestionar la elección pasada.