El presidente de los Estados Unidos, James Monroe, en 1823, proclamó  las ideas expansionistas, que fueron denominadas como Doctrina Monroe: “América para los Americanos”. Quiso decir “América para los estadounidenses”. Esa doctrina fue el fruto de las contradicciones políticas y económicas por el control del continente y la conquista de nuevos mercados e inversiones. Con ella se plasmaron dos amenazas: EE. UU., no renunciaría a sus aspiraciones territoriales sobre el continente y rechazaba la intervención europea, pero tendría  derecho a su propia intervención. Desde el surgimiento como nación, EE.UU., mostró infinitas ansias de expansión continental. Por esa razón el libertador Simón Bolívar proclamó: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia,  para plagar a América de miserias, en nombre de la libertad”.

EE.UU., fue opositor de Bolívar y de su proyecto de unidad de las antiguas colonias españolas. El ideal bolivariano era opuesto a las pretensiones expansionistas estadounidenses que se proponía desde esas fechas. En 1826, “el Congreso de Panamá se frustró, no solo la aspiración de Bolívar de eliminar el tráfico de esclavos hacia América, sino también su plan de independencia para Cuba y Puerto Rico, y de su integración a la gran confederación hispanoamericana”.

El control norteamericano, dio inicio con el aniquilamiento de su propia población aborigen. Desde el surgimiento de EE. UU., como nación, fue utilizada la fuerza bruta, para despojar a los pueblos originarios de sus tierras. Ejecutaron los más horrendos crímenes cometidos contra poblaciones completas, lo que tiempo después, el Derecho Internacional condenó como genocidio o crímenes de lesa humanidad. Comparables con los crímenes de los nazis en la Segunda Guerra Mundial, o los cometidos en Guatemala, durante la  política de tierra arrasada, y “operaciones de limpieza”, violando los más elementales Derechos Humanos y ahora, la justicia deja en libertad a los asesinos que los cometieron.

📷 Fernando Chuy

Durante la primera mitad del siglo XX, la evolución de los países latinoamericanos estuvo marcada por la presencia y el fortalecimiento de los EE. UU., como un imperialismo capitalista. En estos años ejerció una hegemonía sin precedentes sobre el continente americano, dentro del debilitamiento internacional de Europa. América Latina, representa un gigantesco mercado para las empresas estadounidenses, un lugar de grandes inversiones, con gran rentabilidad, y posibilidades de control político-militar de Washington sobre el continente. Todo eso, en un territorio que contiene una gama casi infinita de recursos y riquezas naturales. Sudamérica no solo posee petróleo: también tiene grandes reservas de gas, casi la mitad de agua potable del planeta, y donde se encuentran las tres grandes cuencas hidrográficas: Rio Amazonas, Orinoco y Rio de la Plata. Ya indicaron que la siguiente guerra será por el agua.

América Latina es rica en metales preciosos y minerales estratégicos, como el antimonio, niobio, torio, oro, zinc,  litio y uranio, apetecido por las  trasnacionales e industria armamentista estadounidense. La lucha por el control de esos recursos, motivó que casi todos los países del continente, hayan sufrido intervenciones norteamericanas, algunas de carácter militar. Se debe señalar que toda guerra, es por el control de los recursos. Esa es la dirección de las declaraciones descaradas de la jefa del Comando sur de Estados Unidos, Laura Richardson, cuando explicó en enero, la importancia de Latinoamérica para Washington: “Con todos sus ricos recursos y elementos de tierras raras, que tiene el Triángulo del litio: Argentina, Bolivia y Chile. Ello representa el 60% en el mundo,  necesaria para el desarrollo de la tecnología norteamericana”. Otro objetivo, es la concentración de las reservas de petróleo más grandes del mundo, ubicadas en Venezuela, así como el cobre y oro. Se destaca la importancia del Amazonas como “los pulmones del mundo”, lo cual importa para Estados Unidos, como un tema de su seguridad nacional.

📷 Fernando Chuy

Apoderarse de esos recursos, constituye la razón por la cual los EE.UU., han intensificado sus intervenciones en el continente. La forma de hacerlo es manejando a los gobiernos,  con los cuales  establecen relaciones de dependencia, o promoviendo golpes de Estado para alinearlos a sus intereses. ¿Será esa, la intensión para controlar el próximo gobierno de Guatemala?  La otra forma recurrente, es interviniendo militarmente, por medio de ejércitos de mercenarios, o “consultores”, argumentando “la lucha por la democracia”, “por la libertad”, “el combate contra la corrupción”, “contra la ruptura del orden constitucional”, “contra las drogas”, etcétera.  Los gobiernos que no se doblegan, son tildados de dictaduras, de terroristas, de antidemocráticos. De esa manera, utilizando los medios de comunicación masiva, intensifican campañas mediáticas o Guerra Psicológica, para convencer por medio de mentiras a la población y al mundo, de las maldades de los gobiernos y de esa forma justificar la intervención, tal como lo hicieron durante 1954 en Guatemala, para deponer al supuesto régimen “comunista” de la Revolución.