La crisis permanente que padece Guatemala, es producto del sistema impuesto desde la época colonial, que generó los regímenes autoritarios, dictatoriales, excluyentes, de marginación, explotación y la dominación por discriminación, principalmente de los pueblos originarios. Por ello, la sociedad exige cambios profundos, los cuales apenas se podrían lograr en 4 años de gobierno. Es una dura realidad que deben enfrentar todos los gobiernos, principalmente el de Semilla. Para lograr cambios, es necesario impulsar, o un modelo radical, o desarrollar un proyecto político de largo plazo, que de manera continua y durante varios períodos se mantenga dando resultados, encaminados a lograr el bienestar y desarrollo de la población. Debe forzar al Estado, para que cumpla con sus funciones básicas, luchar contra la corrupción y las mafias que lo tienen cooptado.

Ese proyecto solo se puede impulsar, si una fuerza política avanzada, progresista y democrática, se articula, junto con la población, que será la beneficiada con las políticas públicas, que se encaminen a logar toda clase de cambios. Se necesita sentar las bases que fijen los objetivos y estrategias, que orienten hacia dónde se quiere llevar el país, tomando en cuenta que los resultados deben empezar de inmediato,  beneficiando a las mayorías, las cuales serán la causa principal del proyecto, y se convertirán en su principal base social y de apoyo.  Ello determina que se debe impulsar un trabajo político, dentro de todos los sectores sociales, para organizar, educar, para crear conciencia y voluntad de la necesidad de los cambios.

Será una empresa difícil, porque además de emprender un verdadero programa democrático de gobierno, se debe enfrentar al régimen imperante y su sistema político-económico, atrasado, conservador, retrogrado y opuesto al progreso. Se debe enfrentar a un Estado, clasista y racista, que beneficia a unos cuantos oligarcas, a empresarios tradicionales, banqueros agiotistas, así como al capital emergente. Fueron estos quienes convirtieron la voluntad del poder económico, imponiéndola como ley suprema. El enfrentamiento contra ese sistema conservador, también es ideológico. En la actualidad, en el mundo no  existe el comunismo, sin embargo, en Guatemala el anticomunismo está exacerbado y es la carta de presentación de los grupos conservadores, de las sectas fanatizadas y la derecha fascista desde 1954. Todo cambio que se plantee, o reformas al sistema, es comunista. Para ellos, la democracia es un concepto vacío, o toda manifestación de oposición al sistema oligárquico es comunismo. ¿Entenderán ellos qué es el comunismo?

La oligarquía tradicional, es incapaz de considerar tan si quiera, algún tipo de beneficio para las mayorías de campesinos y pueblos originarios. Inepta además a la hora de impulsar algún tipo de reforma, que a la larga sería para el desarrollo del país. Sus beneficios son más importantes y más grandes, que la masa de trabajadores que diariamente con su trabajo, les crea su riqueza. La Reforma Agraria, con la cual se desarrollaron muchos países en el mundo, es prohibitiva por la oligarquía conservadora guatemalteca. La tierra, se convirtió en la estructura económica por medio de la cual, se impuso un modelo de producción racista, basado en la explotación de la fuerza de trabajo de los pueblos indígenas. Se debe destacar que la industria es casi inexistente en el país y, son las remesas, las que aportan el mayor porcentaje del PIB a la economía nacional.

En el país, se impuso y prevalece el ejercicio autoritario del poder, y ese poder tiene características racistas. El racismo como un sistema de dominación, avala la situación de explotación, opresión e injusticia existente. La finalidad de todo racismo es de imponer el poder de los grupos económicamente poderosos. El despojo de tierras sufrido por los pueblos indígenas, los redujo a fuerza de trabajo para las plantaciones; convirtiendo las comunidades indígenas en propiedad de las fincas, y estableciendo una de las estructuras de tenencia de la tierra más desiguales e injustas en el país. Ello estuvo fundamentado en ideas  profundamente racistas sobre los pueblos indígenas, calificándolos como: “salvajes e ignorantes”, incapaces de impulsar el “progreso”, lo que servía  de justificación a la oligarquía terrateniente, para la acumulación de su riqueza, a costa del trabajo de los pueblos originarios.

Los argumentos para no impulsar reformas son los mismos de siempre: “se atenta contra la propiedad privada”, “la injerencia extranjera en las decisiones del país”, “un atentado contra la soberanía nacional”, “socavamiento de la democracia”, “el ateísmo predominará en el país”, “gobernarán los indios que son incapaces de cualquier desarrollo”, etc. Con esos argumentos han introducido el miedo en la población, por el temor al castigo divino que introdujo la religión. Es  la lógica de la discriminación, con la destrucción del pasado de los pueblos, donde la lengua y la religión se convirtieron en los principales instrumentos de consolidación del racismo. Ello es historia dicen, pero ha perdurado hasta nuestros días. Ese es uno de los retos de los nuevos gobiernos, pero es el menor de los males, se deben enfrentar a todo un sistema creado desde la Colonia y que en los últimos 70 años se consolidó en beneficio de la oligarquía. ¿Estarán preparados este y los futuros gobiernos, para gobernar en esas condiciones y en tan solo 4 años revertir ese sistema obsoleto?