Fotografía de Ban Vel

Por el contrario, la vieja política se arraigó en un sistema ineficiente de partidos políticos, que  en vez de trabajar por el pueblo en un gobierno del pueblo por el pueblo, se dedicó a trabajar por sus propios intereses y como primer paso torpedearon el espíritu constituyente con la prostituida reforma constitucional de 1993, la que nos robó la independencia financiera del Estado, las elecciones a medio periodo para que sirvieran de referéndum sobre el actuar del gobierno, la independencia judicial y se corporativizó la elección de funcionarios públicos, llegando al colmo que son universidades privadas con fines de lucro los que nombran a los funcionarios a través de las prostituidas comisiones de postulación. Llegamos al punto donde el principal funcionario electoral, el presidente del Tribunal Supremo Electoral, bajo juramento presentó documentación falsa de un título de doctorado inexistente. ¿Qué nos espera para las próximas elecciones?

 

Debemos reflexionar ¿Tenemos algún gobierno municipal o central que trabaje por el bien común? ¿Existe una clase política comprometida con el fortalecimiento de la democracia? Desafortunadamente la respuesta es no …

 

Nuestro Estado se convirtió en una sociedad basada en dos ejes: el vertical de privilegios y el horizontal de corrupción. El sistema político creado a partir de 1982 fue manoseado para debilitar la participación ciudadana, limitar la libre competencia política y permitir el acceso del dinero sucio a todas las esferas del accionar ciudadano. El pillo con dinero es casi dios…

 

La carencia de líderes es un fenómeno generalizado ante la frustración y decepción del actuar político. O se alinea o se queda fuera… Se convirtió en un mal endémico que permite a los farsantes apoderarse del escenario político prometiendo un cambio sin cambiar nada, el llamado gatopardismo, marginando el talento y la inteligencia que les hacen sombra, no vaya ser que un patojo chispudo les coma el mandado. Las consecuencias están a la vista al multiplicarse los problemas sociales sin capacidad de respuesta a las necesidades de los más vulnerables, mientras los políticos galopan en la abundancia, el pueblo en la más absoluta miseria material y espiritual, creando así inestabilidad social, política y económica. Aferrados al interés propio, al autoengaño y al hedonismo los depredadores sociales olvidan la crisis.

 

Desafortunadamente en nuestro país la mal llamada democracia ha facilitado su propia destrucción. Los políticos se dispararon en el pie y hoy, paticojos frente a los ciudadanos, no les queda más que continuar con el saqueo. Necesitamos una depuración del sistema político, de las viejas y viejos políticos de siempre y dar la oportunidad a la juventud de tomar las riendas de su propio destino. Sin embargo, la pregunta obligada es ¿Quieren ellos involucrarse? O solo quieren migrar…

 

Es imperativo retornar al camino del fortalecimiento democrático y esto empieza con derogar totalmente la Ley Electoral y de Partidos Políticos. La actual más parchada que un tubo de bicicleta pobre ya no aguanta. Parches por todos lados que hicieron perder la congruencia a la ley original y nos quitó la posibilidad de una democracia fuerte. Sí, hay que derogarla totalmente y hacer una nueva. Sin embargo, esta nueva ley la tendrían que redactar los de la vieja política, que son los que controlan el congreso. ¿Acaso ellos van hacer algo diferente? Desafortunadamente la respuesta es no. Volveríamos a tener una ley bastarda que únicamente cuidaría los intereses de ellos.

Fotografía de Ban Vel

Estamos en el laberinto perfecto, sin salida

Ya llegamos al punto donde la única solución es una salida radical, una opción que nos ofrezca borrón y cuenta nueva. Esta opción ya existe en nuestro panorama, sin embargo, frente al ejemplo de: Chile, Bolivia, Perú y ahora Colombia, cabe preguntarse si esa es la salida. Deben los políticos cegados por su ambición abrir los ojos y ver que por mucho pisto que crean que tienen, vivir exilados nunca es una alternativa a considerar. Es mejor un acto de contrición y arrepentimiento y enderezar el camino. Regresemos a la senda democrática.