Hace ya dos semanas que Guatemala ha venido viviendo días convulsos e inciertos donde la polarización social, en buena parte surgida por el rechazo a las altas autoridades y exfuncionarios de Estado como lo fue el Centro de Gobierno, dirigido por Luis Miguel Martínez, han sido la constante. Tan convulsas e inciertas las cosas y los días que no se sabe, no se percibe aún, cuál será la salida a este intríngulis.

¿Qué vientos, nuevos o viejos, traerán al país los próximos días coincidentes, por cierto, con los aires que siempre trae noviembre?

📷 Cristina Chiquín

Sucede, desde los últimos años, que el país carece de nuevos liderazgos, siendo que la mayoría de jóvenes no se involucra en política precisamente por la percepción que se tiene de ella; es decir, que la política es sucia y traicionera, que los que ansían el poder quieren hacerse de él, únicamente, para enriquecer sus bolsillos.

Como dice la letra de una canción: «le entregué el alma”, que en este caso serían los votos, a causa de “mentiras bonitas y yo le creí”, y el pueblo como siempre cree, cae y elige (vota).

Los candidatos a la más alta magistratura, para llegar al máximo poder, tienen que persuadir, manipular y utilizar una narrativa que venda y que pueda ser repetitiva para convencer y enamorar al electorado con propuestas, mejor dicho, promesas exageradas e insostenibles por no decir falaces.

Sólo así, en nuestro bello país bananero tropical, podrá acceder al poder y sentarse en la tan anhelada silla presidencial, a la que, por cierto, a algunos candidatos llegar les ha costado hasta 16 años de «enamoramiento electoral».

Las promesas llegan a ser tan irreales como cuando se le habla bonito al objeto de deseo, ese alguien o algo, al oído, y él o ella se cree todo lo que le dicen. Igual se las venden al electorado y este las compra y las hace propias, aunque, con el tiempo, la relación cae en la cuenta de que nada era cierto y la ilusión virginal va reduciéndose a corto, mediano o largo plazo, y empiezan las demandas. Vienen las lágrimas acompañadas de suspiros profundos como son esos dolores que causan las actitudes de los hijos a una madre o ese dolor a la sístole y al diástole de un amor en crisis.

📷 Fernanda Alvarado

De las lágrimas de ambos vienen las reacciones que a veces no se esperan o se creen que serán pasajeras, como el tiempo con el que juega el gobierno de turno de Alejandro Giammattei, para dar largas a las demandas de un pueblo que se enamoró, votó y eligió. Como todo enamorado (a) el pueblo exige respuestas como un padre exige que el hijo (la autoridad electa) reaccione ante ese camino que eligió y no es el adecuado.

La madre (nación) espera que el hijo elegido podrá recuperar el camino del bien y confía en que aún existen valores y principios, la enamorada (pueblo) espera que las cosas cambien y que todo marche de la mejor manera, pero vuelve a dar largas y mentiras cual mitómano, hay conatos de irritación, de ingobernabilidad, de amenazas, desprecios.

La Nación y el pueblo no entienden por qué todo cambió y ahora exigen, ya no creen en la narrativa, se cansaron de la codependencia emocional y de la dependencia económica, de esa violencia psicológica que han ejercido por años, por décadas. Su paño de lágrimas, doña Constitución Política de la República de Guatemala, es fiel testigo, tan así de alarmada está que en algunas ocasiones guarda silencio y en otras aconseja. Ha tratado de mantenerse al margen, aunque es la máxima de las normas jurídicas, la suprema carta.

Volvemos a las primeras líneas, y se reitera que no hay liderazgos nuevos, el poder sin autoridad no es poder y la autoridad sin poder no es nada. Así las cosas, entre el enamorado decepcionado y abrumado y el padre preocupado por el vástago que se pierde: la gobernabilidad. Ojalá y se reaccione a tiempo por el bien de la Niña de Guatemala que somos todos.

📷 Oscar Rivas