En 1988, se lanzó al aire la telenovela brasileña “Vale todo”, que tuvo éxito a nivel mundial. La trama principal se basaba en la pregunta, ¿Vale la pena ser honesto en Brasil de hoy? En un contexto en que lo importante no era la honestidad sino el dinero. Años más tarde, Brasil nos regaló el escándalo de “Lavajato” que derivó en el destape de corrupción de la empresa Odebrecht, de la que hay mucha tela por cortar en su versión guatemalteca de “El Mecanismo”.
En Guatemala, unos 30 partidos competirán en las próximas elecciones. Estamos a pocos días de iniciar el proceso de inscripción de candidatos. Entre los personajes propuestos para ocupar curules en el congreso, el Parlamento Centroamericano (Parlacen), las alcaldías y hasta los binomios presidenciales, hay narcotraficantes plenamente identificados por las agencias internacionales, corruptos con procesos abiertos en tribunales, empresarios fracasados, estafadores, violadores, pedófilos, exconvictos, acusados de violencia contra la mujer, miembros de la diversidad sexual que navegan con bandera de conservadores y muchos otros especímenes que proclaman su oferta política como la mejor, la más limpia, honesta y conveniente para el ingenuo votante.

Fotografía de Esbin García
Escoger entre el variopinto mercado político es una tarea complicada para quienes están mejor informados. El resto de los votantes se dejará llevar por una cancioncita pegajosa, el partido que tenga más propaganda en los postes o el que regalé dinero, láminas y bolsitas de comida. El nombre del partido y el símbolo no tienen valor alguno ni representan una ideología. Quiénes así lo creen, solo demuestran su descomunal ignorancia o son miembros activos de los netcenters enfocados en desinformar a favor o en contra de algún candidato.
Varios partidos se formaron para dar cabida a esos personajes obscuros que representan al crimen organizado. Buscaron a un candidato a la presidencia con algo de reconocimiento para meter unos cuantos diputados aunque no gane el binomio. Otros partidos nacieron con intención de ser el plan B para las organizaciones con sanciones o procesos de cancelación; o se formaron con el propósito de venderlos al mejor postor.
Estas agrupaciones carecen de ideología, pues solo buscan alcanzar el poder para enriquecerse, sin embargo, existe una conexión con algunas corrientes de derecha neoliberal, libertaria o mercantilista cuyo objetivo es conservar el statu quo, mantener los privilegios para las grandes empresas monopolísticas, retener el control del contrabando en aduanas de puertos y aeropuertos, controlar a la competencia o permitir el flujo de drogas, armas y demás sustancias controladas; además, conservar el poder coercitivo de la ley y el orden, acceder a las concesiones extractivas, los contratos millonarios con el Estado y el acceso a exoneraciones impositivas que por ley son potestad de la presidencia.
En el otro lado del espectro político se hayan las organizaciones catalogadas como de izquierda, aunque en realidad son pequeñas agrupaciones con un discurso más progresista pero que apenas alcanzan un puñado de diputaciones con poco poder de incidencia para impulsar su agenda.
En medio de la incertidumbre, se vale todo y se hará uso de todo tipo de artimañas para bajarse al contrincante que trate de escapar del pelotón. Semanas atrás, empezó la contratación de “influencers” o pseudo periodistas, algunos muy conocidos por venderse al mejor postor y con muy poca credibilidad. Ellos serán los encargados de la campaña negra que será dirigida desde los pisos superiores o los sótanos de oficinas públicas y privadas que también contratarán empresas sin credibilidad para generar encuestas falsas. El TSE hará lo suyo dejando participar o bloqueando a los candidatos, según paguen o no su cuota a donde corresponda.

Fotografía de Danilo de Jesús Ramírez
Así las cosas, se vale todo en nombre del “patriotismo”. Se vale todo con tal de conservar los privilegios, seguir ganando sueldos, dietas, exoneraciones, contratos sobrevalorados, comisiones, pagos bajo la mesa, bolsas de champurradas, mochilas o alfombras rellenas de billetes. Se vale meterle miedo a los incautos con la narrativa del comunismo con tal de evitar que el país encuentre una ruta viable para salir del subdesarrollo y la extrema pobreza en la que nos tienen sumidos los oportunistas saqueadores de los fondos públicos.
En ese marasmo, también se vale la posibilidad de vislumbrar una candidatura que, sin importar el vehículo electoral que utilice, nos dé la oportunidad de empezar a limpiar la corrupción, realizar avances en la desburocratización, digitalización de las operaciones del Estado y, lo más importante, hacer eficiente el gasto público para que sea aprovechado en infraestructura, salud, educación y seguridad, que deben ser los objetivos de un gobierno eficaz.