La falta de transporte, el agua contaminada y escasa, electricidad para todo el país y el manejo de la basura, son problemas que representan una deuda del Estado con la sociedad guatemalteca. Constituyen retos que las municipalidades deben resolver de manera prioritaria, también constituyen desafíos para los gobiernos centrales. El transporte mueve la economía del país, pero también a quienes con su fuerza de trabajo producen la riqueza, los trabajadores de la ciudad y el campo.

Fotografía de Esbin García

En época de elecciones, un partido ofrece carreteras en buen estado, para trasladar  productos como azúcar, café, el aceite de la palma africana y otros de exportación, hacia los puertos y fronteras por donde la oligarquía y demás finqueros comercializan al exterior. Se debe recordar que eso siempre ha estado asegurado, desde que los gringos construyeron los ferrocarriles para sacar el banano hacia los puertos, no precisamente para desarrollar el país, sino para asegurar la explotación impuesta por la compañía bananera. De la misma forma, como el gobierno de Justo Rufino Barrios, construyó carreteras para extraer el café de las fincas, favoreciendo a los terratenientes que habían arrebatado la tierra a los pueblos originarios.

Cuando se producen tormentas y otros fenómenos naturales, que botan los puentes, inmediatamente la Dirección General de Caminos y el Batallón de Ingenieros del Ejército reparan los daños, de igual manera los deslaves e inundaciones, lo cual indica al servicio de quien se encuentra el Estado. Pero no es lo mismo, cuando la población sufre calamidades por los mismos fenómenos, muchas veces ni siquiera se toman medidas para prestarle apoyo, auxilio y otros servicios. Ante esta realidad, la población más necesitada y vulnerable, demanda acciones concretas de los gobiernos, enfatizando mayor presencia del Estado, el cual no se encuentra presente en los lugares más alejados y empobrecidos. De eso se aprovecha el crimen organizado y los narcos, para construir poderes paralelos utilizando a la población a su servicio en la siembra de marihuana, amapola y hoja de coca.  También garantizar determinada logística y brindar seguridad en el aterrizaje de aviones cargados con drogas.

El transporte público requiere de un nuevo sistema, moderno, funcional y masivo, para sustituir el actual modelo obsoleto, que ha introducido múltiples problemas a la seguridad y dignidad humana. Lo que no funciona es el sistema de propiedad del transporte. Un camionetero es dueño de 2 o 3 unidades y compite por el pasaje con otros camioneteros, que sobrecargan las unidades. Ello origina múltiples problemas como los permanentes accidentes, hacinamiento, pésimo servicio y faltas de respeto hacia los usuarios.

El servicio en las ciudades e interdepartamental, requiere que los guatemaltecos, se puedan movilizar de forma apropiada, segura y de manera digna. Los problemas son ampliamente conocidos, Guatemala se encuentra sobre-diagnosticada, pero la solución solo se encuentra en las promesas de campaña de cada 4 años.

En las áreas urbanas, por la falta de un eficiente servicio de transporte público, se ha generado el famoso congestionamiento. Por ello la población se ve obligada a conseguir su propio transporte, carros o motos, para ir y regresar de sus labores cotidianas. Los servicios de taxis privados, son muy caros y la población no cuenta con un sueldo como para utilizarlo 2 veces en el día. El transporte público debe ser estatal o municipal, cubriendo todas las zonas de la ciudad y con muchas unidades prestar un servicio eficiente. El Transmetro es un buen modelo, pero es insuficiente, con una limitada cobertura, y con pocas unidades en servicio

Los empresarios, dueños de fábricas, maquilas o comercios, no invierten un solo centavo en un sistema de transporte para sus empleados, pero los despiden si no llegan puntuales a sus labores diarias. Ellos no están comprometidos con el bienestar de los trabajadores los cuales crean sus riquezas, ni comprometidos con el desarrollo de una sociedad creciente e insertada en pleno Siglo XXI. Pero tampoco los gobiernos.