A más de 200 años de la independencia del coloniaje español (sin derramamiento de sangre), mediante un acta contenida en letras poéticas que nos vendieron como si esa «libertad» hubiese venido de lo más profundo de nuestras raíces sociales estamentarias, allí donde nace el auténtico amor patrio… un acta independentista criolla donde no hay ni una firma, ni una huella dactilar ni mucho menos una imagen de un guatemalteco originario. Así es como aprendimos la historia de nuestra «Independencia».

📷 Omar Landaverry

Los libros de texto de la educación pública nos implantaron esa idea, en mi caso, allá por los años 80 del siglo pasado, en la Escuela República Federal de Alemania. Allí se nos decía que la Independencia fue una gesta popular y total, gracias a lecturas someras, superficiales y manipuladas de los hechos.

De igual manera, aquellos textos nunca mencionaron otras posiciones más severas y sesudas, contenidas, sin ir más lejos, en «La patria del criollo», de Severo Martínez Peláez, o en «Guatemala: linaje y racismo», de Marta Cassaús Arzú, donde la historia retrata algo distinto: el favoritismo con que las élites fraguaron y se beneficiaron de la Independencia, logrando así mantener su dominio sobre las masas mestiza e indígena campesinas, el statu quo que desde aquella época hasta el día de hoy se mantiene con grandes y graves privilegios a los que las élites no piensan renunciar en detrimento de las mayorías que hoy dejaron de comer carne tres veces a la semana. Ahora es un lujo tenerla en la mesa y no digamos de aquellos hogares en los que la desnutrición crónica es la compañera constante de los hijos.

Basta con revisar las publicaciones de los diarios de antaño cuando las megaobras eran inauguraciones de chorros colectivos de agua, actos que por cierto continúan realizando los alcaldes, aunque ya no los presidentes de turno. Desanima enterarse, que aunque estemos en un nuevo siglo, las políticas y obras públicas siguen siendo tan escasas, tan malas y tan caras, mientras las necesidades de las poblaciones han aumentado en la medida del crecimiento de las mismas.

Las propagandas oficiales constantemente repiten que las mayorías ganan, pero en este país tan desigual sucede que la minoría obtiene siempre lo que quiere y la mayoría sigue igual o cada vez peor. Sin embargo, las quejas y la inconformidad quedan sólo en las redes sociales y en las capturas de pantalla de lo que se dijo hace cuatro años y que es usado a favor o en contra en un perfil de la red social X, pero de allí nada más pasa, y nada se mueve, más que bloquear cuentas y otras muestras de sentimentalismos casi pueriles.

Y es a esto que me he referido y reiterado en mis cuentas de redes sociales: el voto político de las recién pasadas elecciones fue sentimental y como tal se originó en las elecciones generales y se confirmó en segunda vuelta (comenté en el 2022 que el proceso terminaría en la Corte Celestial).

Sabemos que la idiosincrasia guatemalteca se distingue por ser solidaria, por sacarle chiste a todo (ahora “memes”), pero más allá de ello ¿qué hay? si de ahí no pasa; no se exige seguridad ciudadana, salud ni mucho menos educación (esta última es utilizada como botín electoral por su dirigencia sindical), es decir, que mientras yo esté bien qué me importan los demás y, por ende, el país.

📷 Omar Landaverry

¿Será que somos una sociedad apática e individualista? Lamentaría decir que esa es mi percepción y sentir: lo veo y observo en los ciudadanos que van gravitando solos, como zombies, mientras (insisto) no le quiten lo poco o lo que regularmente reciben no exigirán nada a sus autoridades, lo que me lleva a pensar que vamos a ser una sociedad egoísta y a un país sin rutas de desarrollo ni evolución, mientras que los otros países del Istmo nos comerán y, como diría mi abuelita, “malaya” y el tiempo perdido hasta los santos lo lloran o como dice uno de mis refranes favoritos: “cada quien escoge la cebolla que le hará llorar”.

Pero… ¿A dónde vas Guatemala?, ¡¿Cuál será tu presente?, ¿Te aman realmente tus hijos?, ¿Te respetan los que han heredado este suelo fecundo y olvidado?  ¿A dónde iremos?

Antes de despedirme, quiero agradecer la oportunidad a Indagador SVC, por la oportunidad de escribir esta columna semanal, que será publicada cada miércoles, agradezco desde ya por su lectura y que me siga leyendo en este espacio que me da la oportunidad de plasmar mis ideas y pensamientos.

 

¡Muchas gracias!