La actual crisis, gira en torno a querer rescatar un sistema de gobierno obsoleto, que no da para más. Una situación que esconde los verdaderos problemas del país, alejada de los problemas estructurales y fundamentales, que Guatemala viene arrastrando durante décadas, por no decir durante siglos de existencia. La democracia se redujo a la celebración de elecciones y el recambio de gobernantes. Sin importar quien quede, no llevan la intensión de producir cambios, sino de poner parches y administrar la crisis. La democracia se consigue solo a través del fomento del desarrollo económico, la justicia social, el Estado de Derecho,  la protección de los derechos humanos, la buena gestión pública y consolidar las funciones para las cuales fueron creadas las instituciones.

Los nuevos gobiernos, deben funcionar dentro de las condiciones que les impone el sector económico, quien ostenta el verdadero poder. Dentro de un sistema económico, además manoseado por el neoliberalismo, que exigía reducir el tamaño del Estado, para que fueran las leyes del mercado quienes determinaran el desarrollo. La experiencia determinó que, en América Latina, las políticas neoliberales no fueron efectivas. Guatemala se introdujo en una crisis económica mayúscula, con un saldo desolador, con enorme aumento de la pobreza y extrema pobreza. Se amplió la brecha donde las desigualdades sociales son abismales, impera la exclusión, la marginación y donde los ricos son más ricos y los pobres más pobres. Aún hay sectores que lo siguen impulsando, sin aprender de las experiencias nefastas. Pero el sector empresarial lo compensa con dádivas y “pan y circo para el pueblo”, disfrazadas de Árbol Gallo y Luces Campero.

📷 Esbin García

Se deben alinear a la institución que detenta el poder “tras el trono”, como las fuerzas armadas, las cuales también imponen sus condiciones, para que no se cambie nada y seguir siendo una élite con privilegios por sobre la sociedad. Seguir aplicando el poder coercitivo del Estado y ser la herramienta para hacer valer el monopolio del uso de la fuerza y la violencia.  Ser una institución utilitaria al servicio del poder económico y su Estado, para mantener su hegemonía por la fuerza. Una institución que se negó a sí misma,  ante la historia y el mundo, tras no aceptar haber cometido crímenes de lesa humanidad, genocidio y grandes violaciones a los derechos humanos, es decir que lo puede repetir. Con un sistema de seguridad interna y civil, subordinado al poder militar, aplicando prácticas y conceptos de la Guerra Fría.

Alinearse a un Congreso copado por la alianza del pacto de corruptos, que manejarán la agenda del Ejecutivo, aprobando o no los recursos, para poder impulsar sus programas y políticas públicas. En ese poder del Estado, el próximo gobierno, tendrá que sufrir cobros de cuentas, por haberles arrebatado la presidencia y la administración del Estado, detentado por ellos desde siempre y en los últimos 70 años, donde todo cambio positivo, será considerado comunismo. Por lo que se asegura, será una férrea oposición, representando el poder económico tradicional, de las  mafias antidemocráticas, de la derecha fascista y del crimen organizado.

Alinearse a un sistema de administración de justicia, que ha demostrado ser fiel reflejo de las debilidades estructurales del Estado, uno de los servicios públicos esenciales, pero que adolece de fallas y deficiencias, sobre todo encubriendo y avalando un sistema de impunidad y corrupción.  De la misma manera, funciona en la aplicación de las leyes de manera casuística o antojadiza, negando el derecho esencial de las personas a la justicia, negando la imparcialidad, objetividad, generalidad y violando el principio de la igualdad ante la ley. Qué decir del MP, del TSE, ahora al centro de la crisis y burlándose de la soberanía delegada en el pueblo. La misma PDH, ignorando a su propia población llamada a defender. Un sistema que genera corrupción, que admite el enquistamiento del crimen organizado y continúa admitiendo el dinero del narcotráfico, que compra los poderes del Estado, los bancos y principales instituciones de la administración pública.

Sus Relaciones Exteriores, son un apéndice de la política exterior norteamericana, votando contra Cuba en la ONU para continuar con el bloqueo, contra Palestina admitiendo las masacres en la Franja de Gaza cometidas por Israel. Apoyando a Ucrania para que La Otan dirigida por EE. UU., se apoderen de los recursos de Rusia. Secundando todas las medidas y aventuras político-militares emprendidas por EE.UU., siendo la misma dependencia, que le impone al país ser su frontera sur, y convertirse en un muro de contención para detener la migración de América Latina. Pero siendo incapaz de contener su propia migración, que busca en el Norte mejores condiciones de vida, ante la incapacidad de resolver las grandes carencias de la población guatemalteca.

📷 Esteban Biba

A todo lo anterior se debe enfrentar el próximo gobierno, estando en una visible debilidad y minoría, contra una alianza perversa, que desde ya le coloca mil obstáculos y le niega la posibilidad de asumir la presidencia, y de hacerlo, ¿con ese escenario será capaz de producir cambios?