Las elecciones confirmaron una vez más: que la participación popular sí es capaz de producir cambios. Independientemente de la situación política que se esté produciendo, como demandas sociales, manifestaciones de los sectores populares, coyunturas en el país, levantamientos contra los abusos de las dictaduras, tal como lo registra la historia. En este caso, se trató de un evento electoral cargado de irregularidades, ilegalidades y autoritarismo. Como respuesta, se produjo una acción ciudadana, para rechazar el circo montado por el Pacto de Corruptos y aliados cercanos, que estuvo consolidando una nueva forma de dictadura corporativa.

Una mujer muestra su dedo índice luego de votar en las elecciones generales en Guatemala

Fotografía de Cristina Chiquin

Pero las elecciones no son suficientes para producir cambios, porque constituyen el mismo juego político de un sistema obsoleto y colapsado, que propicia la corrupción y pone límites “legales”, así como restricciones y no permitir respuestas a las demandas sociales. Constituye la única forma de hacer política en Guatemala, lo cual no es suficiente, porque no da opciones al ciudadano para expresar su malestar y su voluntad de otra manera, ante los abusos del régimen de turno. En el país, y su sistema presidencialista, para resolver los graves problemas políticos hay que esperar cuatro años para que el mandatario finalice su período, o que el Congreso lo declare no apto para gobernar, por medio de un Golpe de Estado, o como ha sucedido varias veces en la historia, matando al presidente.

Ganó el voto nulo. Hasta un 17,4 % de los guatemaltecos votaron nulo y un 7 % votó blanco, expresando el fuerte rechazo a un proceso electoral que excluyó a legítimos representantes de la sociedad como el MLP. De 9,3 millones de electores, solo 4,1 votaron. Más de la mitad, o se abstuvieron, votaron en blanco o nulo. El voto nulo, fue superior a la cifra obtenida por Sandra Torres, con el 15.78%, para 868,129 votos. Bernardo Arévalo, obtuvo el 11.8% para un total de 649,080. Al final el voto nulo no fue decisivo para repetir las elecciones, pero se hicieron evidentes argumentos como el rechazo y castigo de la población hacia el sistema político y los partidos políticos tradicionales, el hartazgo y desencanto ciudadano hacia un viciado proceso electoral y la oposición al sistema corrupto. Al final, fue contra la acumulación de políticas erradas y la forma de expresar el sentir ciudadano, contra la mediocridad como el Pacto de Corruptos ha gobernado el país. Contra la cooptación del Estado por el Crimen Organizado, los narcos y las mafias de cuello blanco.

Expresa el descontento ante las ilegalidades y maniobras fraudulentas del Tribunal Supremo Electoral, TSE. De no producirse cambios, el voto nulo puede crecer a futuro y convertirse en una verdadera opción, al transformarse en arma política inimaginable, que exija y propicie otras formas políticas de gobernar.

Pero el voto nulo no se produjo porque Carlos Pineda convocara a sus correligionarios a votar de esa forma. Los primeros lugares en que este personaje se situó, fue parte de esa guerra de encuestas, pagada por partidos políticos, para colocarse de punteros y condicionar el voto. Tampoco fue un candidato conocido, que arrastrara a la población tras de sí, pero puso en funcionamiento su dinero al  manejarse en los medios alternativos de difusión. Pineda, de manera oportunista se apropió de esa situación, luego que el TSE lo vetara, y sabiendo que el voto nulo estaba creciendo, como forma de rechazo ciudadano.

Fue muy claro y contundente, el rechazo al inútil Parlacen, que obtuvo 1,201,039 de votos nulos. Giammattei prometió en su campaña de hace cuatro años, retirar al país de ese organismo por inoperante y por constituir un refugio para la impunidad. Pero al igual que muchas y grandes promesas, no cumplió. La sociedad exige cambios, y los candidatos en la contienda electoral no significaron eso. Habrá que luchar contra lo tradicional y conservador, contra la ultraderecha fascista y contra los dueños del país.

Gane quien gane la segunda vuelta, se enfrentará a un Congreso fragmentado y sin mayorías determinantes. La corrupción se resiste a desaparecer y la integración del congreso significa su base política, además de una gran oposición para que quien gane la presidencia. Habrá que desarrollar otra forma de gobernar, impulsar una verdadera política de alianzas, y no la tradicional compra de voluntades. Lograr así la mayoría para realizar un buen gobierno en beneficio social, que saque al país de la podredumbre en que se encuentra. Lo cierto es que la población con su hartazgo, marcó el camino, que constituye una buena oportunidad para que se construya un gran frente amplio y de unidad. Que aglutine a todos los sectores democráticos, progresistas y a la mayoría de la población discriminada y reprimida: los marginados y excluidos, los hambrientos y desnutridos, los sin techo, los sin tierra ni voz y los pueblos originarios.