Las elecciones de actual proceso electoral en Guatemala, fueron las más observadas en el plano nacional e internacional y las más vigiladas de los últimos tiempos. Ello por las sistemáticas irregularidades y violaciones a los derechos políticos, ciudadanos, y a los derechos humanos, generados por la derecha fascista, y su pacto de corruptos.

Como es de sobra conocido, las acciones autoritarias, por demás antidemocráticas y prepotentes provinieron de las instituciones encargadas de legislación como el Congreso de la República, la impartición de justicia, como la Corte Suprema de Justicia, la Corte de Constitucionalidad, la Fiscalía Especializada Contra la Impunidad  y otras instancias del Estado que dirige el Pacto de Corruptos.  Principalmente las burdas maniobras judiciales desde el Ministerio Público emprendidas por la Fiscal General Consuelo Porras, y las de la Feci, dirigidas por Rafael Curruchiche, que pasará a la historia como una pobre marioneta.

📷Emmanuel Pixab

La sorpresa generada por Semilla al situarse en el segundo lugar en las elecciones generales, y la pérdida del oficialismo del aparato administrativo del Estado en la segunda vuelta, ha provocado varias reacciones viscerales dentro de esa alianza. Creyéndose que el anticomunismo era de por si suficiente para desacreditar a Bernardo Arévalo, fue también acompañado por una feroz campaña mediática de mentiras para confundir a la población y condicionar su voto.  No tomaron en cuenta el hartazgo de la sociedad, que padece ante los miserables niveles de vida que sufren los sectores populares, brindado por el sistema de corruptos. La gente también reacciona ante el peligro de exponer su salud, la soberanía alimentaria, y el ingreso de recursos económicos cada vez menor a las necesidades que se deben cubrir.

Ante esas necesidades objetivas, no vale ninguna mentira, el hambre es hambre y la pobreza es pobreza, la cual no se resuelve regalando bolsas con comida que se terminan en pocos días, y la pobreza continúa, porque lo que le dieron fue limosna. La población votó contra el engaño, contra la manipulación, contra las falsas promesas y también votó contra las mentiras y argumentos falsos, en los que no se tienen evidencias, ni tienen forma de comprobar. Votó contra un sistema que genera corrupción, impunidad y grandes desigualdades sociales.

En ello la alianza oficialista gastó millones, que no se ven correspondidos con los mediocres resultados obtenidos en las urnas. Las causas que motivaron a los ciudadanos a rebelarse contra el sistema en las urnas, son de todo tipo, pero subyacen motivos políticos, ideológicos y de clase, que los analistas no quieren aceptar.

La oligarquía y el sector privado, se han empecinado con mantener vigente el neoliberalismo, que mantiene la hegemonía de sus empresas, porque según ellos, son las leyes del mercado las que crearán el desarrollo, pero se trata de su desarrollo. De igual manera, mantienen la propiedad sobre la tierra y la venta de la producción de siembras extensivas, sus operaciones económicas, como también la conducción del Estado. Pero no mencionan que alrededor de 50%de toda la población, continúa por debajo de la línea de pobreza con un ingreso menor a 2 dólares por día, y que alrededor el 80% de la población pertenece ahora a la Economía Informal, vendiendo lo que se puede. Que la población busca otras oportunidades de sobrevivencia en otros países. Que la violencia y el Crimen Organizado, es apadrinado por el Estado creado por la Oligarquía.

La lucha de clases no desapareció por decreto o por el hecho de haber desaparecido el campo socialista. Las clases han surgido en otros sistemas, como el esclavismo, el feudalismo o el capitalismo, son realidades objetivas que existen independientemente de nuestra voluntad.  Y si las elecciones no fueron una demostración de lucha de clases en las urnas, entonces cuál fue el motivo, cuál es la explicación, a pesar que se adorne con una serie de motivos superficiales o fenómenos subjetivos.

Ese sistema, es el que no se resignan a perder los dueños del poder económico y del capital. Es el mismo sistema el que defiende el pacto de corruptos con su autoritarismo, disfrazado de sistema democrático. La pérdida de las elecciones les ha causado frustración momentánea, pero aún están dispuestos a utilizar la institucionalidad del Estado, y la mayoría en el Congreso, que puede obstaculizar al gobierno electo, llegando a provocar ingobernabilidad. Lo acertado es que será un pulso entre la población que quiere cambios, contra los dueños del poder económico. Los dueños del capital, representado por el pacto de corruptos, su institucionalidad, sus fuerzas de seguridad, su sistema político y desde luego, la derecha fascista, que ha gobernado durante 70 años.