La Urng está muerta o casi. No legalmente, pero sí como expresión de unidad, de lucha y de transformaciones sociales.

La mataron el tiempo y la historia. La mataron los ex comandantes, comenzando con uno que quiso enquistarse en el poder y al no lograrlo con votos se fue del partido con el 40% de la militancia. La mataron también los otros ex comandantes y sucesivos secretarios generales, por cometer errores graves en la conducción del partido. La mataron algunos diputados que votaron en favor de leyes lesivas al pueblo y que pretendieron continuar ad infinitum en los cargos de elección popular.

El partido de izquierda más antiguo de Guatemala obtuvo durante las elecciones generales de 2023 el peor resultado de su historia: una sola diputación (la de Sonia Gutiérrez en coalición con Winaq), 2 curules en el Parlacen y apenas 2 alcaldías. 📷 John Olsson

La mataron las continuas renuncias de grupos que perdieron  asambleas, a lo cual se sumaron también constantes purgas de militantes que mostraron desacuerdos, como la expulsión, hace unos años, de toda la estructura de la juventud por un capricho del entonces secretario general.

La mataron las constantes sangrías y migraciones que nutrieron a otros partidos como ANN, Convergencia, UNE, Encuentro por Guatemala, MNR, Winaq, MLP y al Movimiento Semilla.

La mataron las alianzas que impulsaron candidaturas impresentables para el pueblo y que solamente garantizaron a quienes las negociaron encabezar los listados de elección, hasta que finalmente el electorado les dio la espalda.

El contexto también fue siempre contrario para la Urng, pero con mayor sabiduría en su dirección, pudo haber sorteado con mejores resultados esas condiciones adversas

Se reconoce y valora la lucha de la militancia en los territorios, pero que cada vez obtuvo menos votos en los procesos electorales, llegando a la situación actual donde comparte una diputación con otro partido, pero esta diputada ni siquiera menciona a la Urng cuando se presenta.

En fin, la mataron el sectarismo, los cacicazgos, el centralismo, la miopía política, la estulticia, el haber perdido el rumbo y el método revolucionario, y por último, -más reciente- la mató la indolencia de la dirigencia. Revivirla, adecentarla y echarla a andar en estas condiciones, habiendo perdido el contacto con la gente, la lectura adecuada de la realidad y el apoyo popular, no tiene sentido.

Como militante lamento su partida. Hace unos días, conversando sobre el futuro del partido, una compañera de las de siempre me dijo:

«A la Urng no hay que clausurarla ni enterrarla, lo que debería hacer la actual dirigencia, como último acto de decencia, compromiso y coherencia con las luchas populares, es entregarle el registro, la ficha, a los pueblos indígenas que nos han dado valiosas lecciones de organización y movilización. Que sean ellos quienes decidan el futuro del partido y lo utilicen como una verdadera herramienta para lo que siempre debió ser.»

Me parece una muy buena opción. O que descanse en paz.