Pequeños segmentos o grupos de la sociedad han escogido radicalizar sus posturas políticas, lejos de buscar la armonía y la paz en democracia. Las elecciones representan el ejercicio pleno de la soberanía y la voluntad popular. El intento por desviarnos del camino democrático constituye un acto sedicioso en sí mismo.

Algunos grupos no hegemónicos se arrogan la representación de todos los guatemaltecos bajo consignas libertarias o ultraconservadoras. Por el lado de la izquierda radical también subsisten pequeños grupos de revolucionarios que se autodefinen como marxistas y en pocos casos, comunistas.

Una mujer golpea una piñata alusiva al juez Fredy Orellana durante una protesta frente al Ministerio Público (MP) en el barrio Gerona de la Ciudad de Guatemala. 📷 Esteban Biba

Para el caso de la izquierda democrática representada en partidos como URNG-Maíz, Winaq y MLP, los números obtenidos el pasado 25 de junio representan una derrota política. Esos magros resultados en las urnas son indicio de su obsolescencia ideológica. Tendrán que hacer la reflexión de adaptarse o morir. Este segmento parece más proclive a reinventarse y adaptarse a las reglas de la democracia. Han aceptado el resultado con más dignidad.

En cambio, la ultra derecha se niega a negociar con la democracia. Están divididos y no logran conciliar sus diferencias, pero tienen el objetivo común de acabar con la democracia para instaurar una dictadura al estilo de Pinochet. De forma aislada, se les han sumado grupos de veteranos militares y sus familias o dueños de medios de comunicación que son financiados por ciertos empresarios. Por medio de la cantaleta de “¡Fraude!”, los amparos para detener la segunda vuelta y el clamor por que se repitan las elecciones pretenden traerse abajo el proceso electoral. Su persistencia denota desesperación y mucho temor auto infundido.

 

Desafortunadamente, las personas que, individual o colectivamente, se han dedicado a desinformar o propagar el miedo, de manera que el votante se abstenga de ejercer su deber y derecho de votar, se develan como enemigos de la democracia. El anhelo de ejecutar un golpe para luego implantar una dictadura es el objetivo común. La legalidad o la ilegalidad de los medios para lograr ese fin, no es motivo de preocupación.

La violencia política puede subir de tono en los próximos días. Mucho se debe a la campaña negra desatada por buena parte del oficialismo y partidos afines. La narrativa anticomunista, provida, homofóbica o ultraconservadora se ha encargado de incitar ese radicalismo apañado por un sector de los empresarios, ex miembros del Ejército y los políticos marrulleros que temen perder sus privilegios.

Subsiste el peligro de un rompimiento constitucional, al que se están prestando algunos integrantes de instituciones públicas cooptadas por el oficialismo. Los contubernios para beneficiar a la candidata Torres desde el Ejecutivo, pese a que están documentados, no tienen eco en el MP, ni en las Cortes. Es posible que, luego de la segunda vuelta, la tónica de sus resoluciones de un giro positivo hacia la democracia, pero también es probable que sucumban a la ambición de poder y dinero.

Las facciones de ultra derecha están siguiendo la misma ruta que las hordas republicanas “trumpistas” en Estados Unidos. Azuzados por  personajes, afines al partido VALOR, otros partidos, fundaciones y asociaciones civiles, estos grupos están en pie de guerra y dispuestos a casi todo. Les queda poco resquicio de dignidad, pero les sobra el odio visceral en contra del fantasma del “comunismo”. La radicalización es más profunda conforme pasan los días y perciben que sus esfuerzos por frenar la democracia son infructuosos.

Entre tanta confusión surge la oportunidad de fortalecer el sistema democrático mediante el voto joven. Todo parece indicar que el relevo generacional está fortaleciendo a la democracia, toda vez que se aleja de la polarización de la guerra fría para abarcar un rango de pensamiento más amplio y moderado.

La propuesta social demócrata ha prevalecido en la primera vuelta. Al parecer, la segunda vuelta será definida por el entusiasmo que produce la posibilidad de un cambio paulatino hacia una democracia más participativa y harta de tanta corrupción. La estabilidad social es una meta que costará alcanzar, en tanto los grupos reaccionarios se comporten como animales heridos y deseen continuar dividiendo a la sociedad. La paciencia es la madre de las virtudes, dicen.