La contienda electoral está cargada de incertidumbre, por la improvisación de la mayoría de candidatos, la ausencia de programas de gobierno, un Tribunal Supremo Electoral que se ha erigido en ley, y el desencanto del electorado. La campaña se ha vulgarizado, más parece feria o circo, con payasos y todo, en vez de una campaña cívica de altura. Existe un vacío en programas de gobierno, sustituidos por imágenes e inundación de propaganda ridícula, ofensiva y superficial. Se conoce la trayectoria represiva de algunos candidatos, de los Crímenes de Lesa Humanidad cometidos durante el Conflicto Armado, pero ahora se exhiben ante sus víctimas, besando niños y gente pobre en los mercados y barrios populares. Con excepciones de gente honorable, también aparecen exponentes del Crimen Organizado, exconvictos, narcos, delincuentes de cuello blanco, y señalados por corruptos, que se muestran como angelitos. Todos inscritos por el Registro de Ciudadanos (RC), tal parece que será una contienda entre mafiosos.

Se ofrecen bonos familiares, que resuelve momentáneamente las necesidades de la gente, como dar limosna, al otro día el problema sigue existiendo. Pero no se plantea una política económica, que ataque las causas del atraso que mantiene el país en los últimos lugares del desarrollo humano. Tampoco se combate la pobreza y extrema pobreza, la exclusión, la desnutrición infantil, y no se modifica el modelo económico, como la tenencia de la tierra en pocas manos. No hay una adecuada política fiscal, de beneficio en la inversión social que ataque los males que el Estado viene arrastrando. Con un comercio exterior estable, que la producción nacional se ubique en el mercado, con una balanza comercial favorable.  Que no se permita el robo de los recursos como el oro, plata, uranio y materiales estratégicos extraídos por empresas trasnacionales, que se enriquecen con su procesamiento y venta, o son materias primas en la producción de equipo militar.

No se propone una política de Salud, ni siquiera tomando como experiencia la improvisación con que se trató la pandemia del Covid-19, que evidenció la crisis del sistema de salud en el país.  No existen políticas preventivas, la Seguridad Social se encuentra mal dirigida, mal organizada, sin cobertura para la mayoría de guatemaltecos que no son afiliados y no tienen un patrono que los inscriba. Pero es importante por ser botín, por los grandes recursos que maneja. Tampoco existe un sistema de hospitales regionales o departamentales, tampoco los consultorios y clínicas para cubrir las necesidades locales, menos en los lugares rurales, empobrecidos y de difícil acceso. El sistema estimula que los médicos residan en los lugares urbanos, donde operan los hospitales privados convertidos en lucrativos negocios.

Qué decir de la educación, que mantiene al país en los últimos lugares de su desarrollo, sin una formación integral de sus niños, jóvenes y profesionales. De la vivienda, con gran déficit habitacional en el país. Pero se ha estimulado la construcción de condominios caros y exclusivos para las clases medias pudientes, o como fachada del narcotráfico, no para la población empobrecida, que construye sus champas con láminas, cartones y lepa, a orilla de los barrancos y en lugares invadidos. La canasta básica está en permanente aumento, producto del encarecimiento de los combustibles, que grupos oligárquicos monopolizan y manejan los precios a su sabor y antojo. Existe un gran temor de tocar esos grupos del poder económico, significa también que estos son los dueños y financistas de los partidos.

Sobre la seguridad, siguen en lo mismo, sacar el ejército a las calles, imponer la pena de muerte, utilizar la mano dura y estados de excepción, utilizados para gobernar por la fuerza, quitando los derechos ciudadanos. Algunos tratan de copiar el modelo de Nayib Bukele en el Salvador, en la lucha contra las pandillas, atacando las consecuencias y no las causas que producen la violencia y delincuencia. Demuestran poca originalidad, más bien no tienen propuestas.

Lucrecia Marroquín de Palomo, diputada.

El bienestar se logra cuando el Estado cumple con sus funciones básicas, dentro de un proyecto de nación, que está ausente en todas las propuestas electorales. Pero los candidatos, solo ofrecen regalos, dádivas y seguir arrastrando el mismo sistema político caduco que ya no tiene nada más qué ofrecer. Sin impulsar ninguna reforma, mucho menos realizar cambios en la estructura económica, política y social del país para lograr bienestar y desarrollo. Se mantiene el orden autoritario de siempre, las posiciones conservadoras, la mentalidad religiosa fanatizada, con una visión dictatorial y militarista de lo que para ellos significa gobernar.  En esta farsa electoral se esperaría más de lo mismo, lo que algunos llaman desarrollo democrático.