Las condiciones bajo las cuales enfrentamos el proceso eleccionario suenan muy similares a las de entonces, con un Tribunal Mínimo Electorero sin credibilidad ni respetabilidad, candidotes y no candidatos y una ciudadanía que simplemente espera lo peor. ¿Qué puede salir mal?

El 7 de marzo de 1982 se realizaron las terceras elecciones bajo los regímenes dictatoriales militares, procesos en los cuales ya se sabía el resultado. El ministro de la Defensa del régimen en el poder sería el “bendecido” con la voluntad popular.

Sin embargo el 23 de marzo de ese mismo año un grupo de jóvenes oficiales orquestó el golpe de Estado que debido a la juventud e inexperiencia de los verdaderos artífices del cambio no se les ocurrió otra cosa que ir a llamar a su maestro, el general retirado Ríos Montt, que ni lerdo ni perezoso les quitó de las manos el triunfo, inicialmente organizando una junta militar con otros dos militares de alto rango y posteriormente , a los 3 meses, disuelve dicha junta, disuelve el congreso y desecha la Constitución, autonombrándose “Presidente de la República”, y públicamente manifestó que se convocaría a elecciones, eso sí, sin especificar fecha…

El martes 23 de marzo de 1982, dos semanas después de que el general Ángel Aníbal Guevara Rodríguez fuera electo presidente de la república, una facción militar dio un golpe de Estado contra el presidente todavía vigente, general Fernando Romeo Lucas García.

Y no fue sino gracias al general Óscar Humberto Mejía Víctores que al organizar un contra-golpe en agosto de 1983 se planeó el retorno a la democracia. Se convocó al Consejo de Estado y se dieron los lineamientos para las primeras elecciones totalmente libres y participativas de la historia de Guatemala, para elegir a una Asamblea Nacional Constituyente que redactó la Constitución Política de la Republica, en vigencia actualmente, alcanzando el récord histórico de ser la constitución más longeva de la historia del país.

Me honro al haber formado dicha Asamblea y que la Constitución lleve mi firma.

Desde entonces las cosas vienen en franco deterioro, habiendo pasado el autogolpe de Serrano Elías en 1992 y posterior reforma constitucional de 1993, reforma que literalmente nos robó el sueño constituyente al haber destruido los controles implementados para las elecciones a medio periodo y robándonos también y apropiándose de las finanzas del Estado por parte del sistema bancario nacional. Nuestro país es el único en el mundo que nuestro gobierno tiene que ir de rodillas a mendigar dinero a los bancos privados.

Continuamos con el proceso de deterioro democrático hasta 2015 cuando hubo un respiro ciudadano el que sin embargo fue brutalmente ahogado y como consecuencia estamos viviendo la situación actual.

Pero ¿Qué nos queda a los ciudadanos?

El voto nulo. Es imperativo votar nulo y que la ciudadanía manifieste su rechazo por lo que se ha convertido el sistema. Digamos NO MÁS. Al votar nulo obligamos a repetir las elecciones, danto la posibilidad que todos participen, aunque sea los mismos, pero con igualdad de condiciones y reglas claras.

Personalmente no confió en la imparcialidad ni transparencia de estas elecciones y mucho menos en los dudosos individuos a cargo de ellas. Doctores en derecho con títulos falsos que no conocen la ley electoral. ¡Imagínese usted el resultado!