PARTICIPACIÓN POLÍTICA

El año 1985 lo tomamos como inicio de la nueva era democrática, con la característica especial de que el relevo de gobierno ocurre mediante el voto popular y ya no mediante golpes de estado. Antes de este año en las comunidades rurales del occidente, (que es donde puedo dar fe) había una expresión tangible del principio de la solidaridad, mediante los trabajos comunitarios para mejorar el entorno social. Sin embargo, los partidos políticos en campaña electoral, empezaron a hacer promesas que sobrepasan la capacidad real del Estado, prometieron que el Estado sería quien realizaría los trabajos que la comunidad hacía, tales como sofocar los incendios forestales, dar mantenimiento a los caminos rurales y atender las necesidades de agua potable para la población. Esta idea fue comprada por los pobladores y paulatinamente fueron abandonando las prácticas de solidaridad comunitaria, y los políticos no han cumplido las promesas hasta hoy día.

Fotografía de Jeff Abbot

El principio de la solidaridad, que es la responsabilidad común en recíproca vinculación, constituye el principio de orden jurídico fundamental, que garantiza la posición irrenunciable del ser humano dentro de todos los ámbitos de la vida social bajo el binomio existencial de libertad y responsabilidad. En su significación ética, se trata de la combinación de formas de amor social ordenado. En este sentido, la solidaridad es la virtud por la cual todos nos responsabilizamos por todos desde el ámbito que nos corresponda.

La solidaridad expresa la relación mutua, esencial, entre la persona humana y la sociedad. No puede entenderse la existencia de la persona sin la sociedad, ni la de ésta sin las personas. La solidaridad es un dinamismo noble, básico; creativo e incluyente; ordenado, generoso y fecundo de la vida social, que impulsa la búsqueda del Bien Común. Entendida así, la solidaridad viene a ser el rostro social del amor. Ya que la sociedad es el conjunto de personas, hombres y mujeres, en su manifestación comunitaria. La vida comunitaria no es para el ser humano sobrecarga accidental. Por ello, a través del trato con los demás, de la reciprocidad de servicios, del diálogo con el prójimo, la vida social engrandece al ser humano en todas sus cualidades y le capacita para responder a su vocación.

La conciencia ciudadana, como un deber formativo de los partidos políticos, entiendo que ese es el destino que el partido debe darle a los dos dólares ($2.00) de los Estados Unidos de América, por voto legalmente emitido a su favor… (Artículo 21 Bis, LEPP).  Esta conciencia ciudadana le da vigor y agrega posibilidades al compromiso comunitario. Si esta conciencia decae, la sociedad se debilita. Reforzar y acrecentar el compromiso comunitario a través de una educación ética y cívica es un deber de la política para con el ideal de ser, como partido y como gobierno, escuela ciudadana de virtudes públicas. La solidaridad entre la persona y la sociedad no es una combinación neutralizadora y compensatoria de individualismo y colectivismo. El humanismo solidario se centra en la relación persona y comunidad.

Fotografía de Edgar Tuy

En estos tiempos, resulta indispensable impulsar la globalización de la solidaridad. Se debe fortalecer la vitalidad ciudadana, a través de una sociedad civil, que por medio de redes solidarias ayude a la construcción de un tejido social cooperativo. La dimensión vertical de la solidaridad implica corresponsabilidad entre generaciones. El llamado desarrollo sustentable encuentra aquí su base ética. No podemos dilapidar hoy recursos que pueden ser utilizados por la humanidad del mañana. El propósito final que tengo al compartir estos temas es porque debemos analizar los planes y propuestas de los partidos políticos, que iniciarán campaña electoral, para identificar la materialización de estos valores y alejarnos de las propuestas demagógicas.