Los últimos tres gobiernos, han protagonizado un retroceso político, económico y social, llevando al país a una gran decadencia, en vez de consolidar un Estado democrático. Además de desechar los Acuerdos de Paz, que la comunidad internacional consideró un modelo para sacar al país del subdesarrollo, eliminaron la institucionalidad que se había alcanzado, llevando a la sociedad a una situación degradante. Es de sobra conocida la manera de cómo el Gobierno de Otto Pérez Molina condujo el país dentro de la corrupción y la forma como terminó su gestión, y en la cárcel.

Fotografía de Esbin García

Se comprobó con evidencias, la posición y actitud asumida por el gobierno de Jimmy Morales, su gabinete, sus asesores, su proyecto político, defendiendo los intereses de grupos oscuros del crimen organizado, de grupos económicos y cúpula militar, que hicieron del Estado su principal botín. Para ellos, los Acuerdos y el Derecho Internacional, fueron considerados una imposición externa que atentaba, “supuestamente” contra la Soberanía Nacional y vistos como intromisión en los asuntos internos del país.

No comprendieron que, Guatemala no está sola dentro de la comunidad internacional y está obligada a respetar el Estado de Derecho, la Justicia, cumplir con los Convenios y Tratados firmados y ratificados, que pasan a formar parte del derecho interno, sobre todo los de Derechos Humanos, de justicia y de Integración Centroamericana. No acataron las disposiciones de los altos organismos internacionales como la ONU, con la cual crearon roces y tensiones innecesarias, producto de una pésima conducción en las Relaciones Internacionales, así como la no aplicación de los principios de la Convivencia pacífica entre los pueblos.

La visión de la comunidad internacional, que poco le importó a Jimmy Morales, criticó la actitud del gobierno de Guatemala, que hizo caso omiso de los compromisos políticos contraídos por el país.  El ejemplo más claro de ello fue la suspensión unilateral del acuerdo que dio vida a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, CICIG, que fue creada en 2006, por medio de un acuerdo firmado entre Naciones Unidas y el Gobierno de Guatemala. Su disolución de manera arbitraria por Jimmy Morales, se produjo porque ésta evidenció la corrupción e impunidad de su gobierno, que causó el rechazo de la comunidad internacional, por violar los más elementales principios del Estado de Derecho.

Giammattei, dio continuidad a los errores de Morales, e inició su mandato eliminando la poca institucionalidad de la paz que aún permanecía funcionado. Esas instituciones fueron sometidas a un desgaste político, económico y funcional, así como y fueron dirigidas por funcionarios de la derecha fascista, que tenían como misión destruirlas por dentro para que no funcionaran. Este mandatario alcanzó altos niveles de ilegitimidad y sus políticas erráticas frente a la pandemia, el entreguismo de los recursos naturales a las empresas trasnacionales, su permanente política de improvisación y la corrupción desmedida, llevaron al país a una crisis permanente, con altos niveles de ingobernabilidad.

A pocos meses de concluir su administración, se puede observar la cooptación de los poderes del Estado, de las instituciones que deberían estar orientadas a garantizar y consolidar la democracia en el país. Están dirigidos por un mandatario con vocación de capataz y su círculo cercano, ha remilitarizado el Estado. Ese círculo, está integrado además por mafias, narcos y miembros del crimen organizado, que pretenden imponer una dictadura de nuevo tipo para tener el control político de la población. Los grupos empresariales están encantados con este gobierno, porque desde la Colonia se hicieron económicamente dominantes y poderosos apoyados por sistemas autoritarios como el actual. Darán continuidad a ese proyecto, por los beneficios que siempre han obtenido por sobre la sociedad.

Fotografía de Esbin García

Es preocupante entonces, que toda la corrupción e impunidad señalada a los tres gobiernos anteriores, se ha consolidado en el quehacer político y será herencia para y el próximo gobierno.  A eso deben dar continuidad en la próxima administración, como la ideología política que ha dirigido al Estado. Preocupa que han decidido quien participa y quien no, por temor a ser desplazados por las  mayorías, así como perder el control de las instituciones y poderes del Estado. A toda costa se proponen garantizar esa continuidad perversa, dominación y control político de la población por la fuerza.  A eso llamó Pérez Molina “Mano Dura”. Ante esa situación, la sociedad no puede ni debe encerrarse en sí misma, como si nada pasara, con grandes dosis de derrotismo y con una actitud egoísta. Ni se debe aplicar la estrategia del avestruz, enterrando la cabeza y que todo se destruya alrededor.

En el mapa de América Latina, Guatemala se dibuja como una mancha aislada, que se ha quedado sola por no terminar de consolidar su democracia, garantizando el bien común y el bienestar de sus habitantes. Que tristeza y vergüenza pasar a la historia como traidores a la patria que juraron defender, enquistados en el conservadurismo, fascismo y fanatismo religioso, que en pleno siglo XXI no tendría razón de ser. Pero las futuras generaciones no se los perdonarán, por entregarles un país destruido por intereses particulares, clasismo, racismo y con un sistema político-económico excluyente y colapsado.