No es un secreto que las instituciones públicas están atoradas de plazas con gente que no posee aptitudes para ocupar esos puestos en la Administración Pública. Sanear el Ejecutivo en 4 años es una tarea titánica que requiere de valor, capacidad de negociación con los sindicatos, voluntad política e independencia de poderes.

Los diputados de la alianza oficialista han metido a toda su parentela y cientos de activistas de sus partidos en puestos innecesarios que son una carga en el presupuesto de los ministerios y otras instituciones. Antes de finalizar este período de gobierno, querrán dejar amarrados los contratos a partir de enero de 2024. Estas contrataciones de última hora son clientelares y abusivas. Una de las acciones urgentes será identificar esos contratos y cancelarlos para liberar la carga económica y el déficit presupuestario que agobia y no permite la inversión en proyectos efectivos.

Los ministros nombrados y sus más cercanos colaboradores seguramente recibirán la visita de los diputados más ansiosos y corruptos en los primeros días de su gestión. Empezarán las citaciones para presionar para que no se cancelen los contratos de sus allegados. De manera solapada, es también una presión al presidente para obligarlo a negociar Junta Directiva y presidencia de comisiones en el Legislativo. De allí parten las presiones para cancelar al Movimiento Semilla.

📷 Cristina Chiquin

Dejar al partido gobernante sin dientes desde el inicio puede parecer una movida inteligente siempre que el presidente sucumba a la tentación de negociar prebendas con la oposición. En contrario, es posible que algunas bancadas decidan apoyar los esfuerzos por sanear las instituciones públicas. Para un gobierno honesto, será difícil negociar leyes con un Congreso acostumbrado a la extorsión, pero existe la posibilidad de lograr algunos avances si se negocian leyes de interés nacional que permitan avanzar en una agenda que promueva el bienestar de las comunidades, un tema que interesa a los diputados distritales.

El cambio implica remover los cimientos profundos de la corrupción. Para que sea efectivo debe ser paulatino y constante. La comunicación con los ciudadanos será primordial para evitar malas interpretaciones y conatos de rebeldía por parte de las élites acostumbradas a manipular o influir en las decisiones del Estado en su beneficio. Las cámaras aglutinadas en el CACIF querrán mantener sus privilegios a toda costa. Los berrinches de ciertos grupos antagónicos estarán siempre presentes, sin embargo, con una buena estrategia de comunicación, se puede minimizar el desgaste que sufre cualquier gobierno durante su ejercicio.

Toca gobernar entre un pantano de estiércol y tratar de salir limpio lo cual, de por sí, es un reto que parece imposible. El presidente, sus ministros y sus más cercanos colaboradores deberán pasar por un tamiz muy fino para evitar que se cuelen manzanas podridas que puedan contaminar los esfuerzos por combatir la corrupción.

Existe otro cuco que preocupa a los electores ultraconservadores y es la necesidad de cambios muy puntuales en la Constitución Política de la República. Los esfuerzos anteriores resultaron fallidos debido a malos planteamientos de las reformas y pésima comunicación. Los consensos con diferentes sectores de la sociedad son imprescindibles para concretar con éxito un pliego de reformas que la población esté dispuesta a aprobar. Las mentes más brillantes y no los pseudo líderes de los grupos de presión, son los llamados a plantear una propuesta que reúna las condiciones precisas que la lógica del votante comprenda y acepte.

Para que ocurra una verdadera revolución de ideas, se necesita mucho más que un gobernante cargado de buenas intenciones. Las elites empresariales serán las primeras en oponerse porque representan a una buena parte del sector conservador de la sociedad. Los grupos ubicados en las extremas ideológicas nunca verán satisfechos sus deseos porque querrán que la balanza se incline hacia el polo que representan. Pese a ello, tenemos en nuestro horizonte una oportunidad de oro que no podemos desperdiciar.

📷 Cristina Chiquin

Defendamos la democracia porque es un legado invaluable para las futuras generaciones, con todas las imperfecciones que pueda tener. El saneamiento de las instituciones es una meta de largo plazo que se logrará con objetivos de corto y mediano plazo. Salir airoso del apestoso pantano de la corrupción se consigue con la mente despejada, además, con estrategia y habilidades que solo un buen estadista posee.