Ante los excesos del Tribunal Electoral en la descalificación de algunos candidatos y la inscripción anómala y posterior revocatoria de dichas candidaturas se abre la brecha ciudadana respecto a la credibilidad del árbitro que en teoría es imparcial y garantiza unas elecciones libres y transparentes, sin embargo dirigido por “doctores en derecho” que desconocen la Ley Electoral y cometen delitos ignorando que “una metida de pata no se corrige con una sacada de pata”.
Desconfianza generalizada y decepción ciudadana es lo que se respira en este preámbulo electoral, la gente no tiene ni emoción por las elecciones ni confianza en el sistema, y es lo que transpira en el ambiente.

Fotografía de Fernando Chuy
¿Pero qué puede hacer el ciudadano?
Mostrar su inconformidad. ¿Cómo? Votando nulo con el fin último de repetir las elecciones con la esperanza que la repetición sí será una fiesta cívica con participación masiva y con la confianza del votante que en efecto estará delegando su soberanía y otorgando el poder a quien si lo representara. Duda de cómo llegan y quienes son los diputados, candidatos presidenciales descalificados por argucias leguleyas, mordaza total a la expresión ciudadana y un largo etcétera que ensombrece lo que debería de ser causal de celebración democrática.
¿Perdimos la República y la democracia?
Así parece…
Es por esto que el único instrumento de reconstrucción democrático es el voto nulo. Mostrará la enorme inconformidad de lo que los políticos corruptos han convertido el sistema de recambio de autoridades. Todos viejos y viejos conocidos por mañosos. Jóvenes no hay a la vista. ¿No les interesa o están decepcionados? Es más fácil migrar que intentar luchar por salvar su sistema democrático parece.
Nos acercamos peligrosamente a una situación pre-revolucionaria, donde el pueblo se siente desprotegido y sin poder hacer valer sus decisiones. Una época del pasado tenebroso de nuestro país que creíamos ya superada. Abuso absoluto del poder y el pueblo sin sentir ningún beneficio. Expoliación mediante impuestos excesivos, ningún resultado en la gestión gubernamental más allá del enriquecimiento obvio de las élites políticas, cero educación o salud e infraestructura destruida. ¿Este es el logro del sistema?
Nuestro país tiene el tercer cociente intelectual más bajo del mundo entero, apenas llegando a un promedio de 47 como resultado de la desnutrición de la mitad de nuestros niños. ¿Qué futuro les depara el sistema? Crimen organizado y migración, pero enviando remesas abundantes eso sí, en beneficio del podrido sistema financiero nacional que se queda con la tajada del león mediante comisiones absurdas confiscatorias hacia esos migrantes que con su esfuerzo mantienen a flote nuestra economía.
Por eso es que no nos queda de otra más que reconstruir el sistema. Que los políticos lleguen al poder mediante una delegación legítima de la soberanía y que el poder que les otorga el pueblo sea ejercido en beneficio del pueblo. El bien común como objetivo.
¿Cómo lograrlo?
Castigando a los políticos y diciéndoles alto y claro que no confiamos en ellos. Un castigo ejemplar al rechazarlos en la primera vuelta con un masivo voto nulo, que obligara a repetir estas elecciones hasta lograr que verdaderos candidatos populares emerjan. Si por el voto nulo se repiten las elecciones y no hay político en la tierra, ni siquiera los de cuero de danta nacionales, que aguante una vergüenza publica y rechazo de tal magnitud. Vendría un terremoto político similar al sucedido en 1992 con una autodepuración del sistema y ojalá terminara con una reforma constitucional para llegar a los distritos uninominales y elegir por nombre y apellido a nuestros representantes.
Recordemos que el voto nulo es tan válido y legal como la nominación de cualquier candidato y es parte del menú electoral. Hay que utilizar esta herramienta y lograr la reconstrucción del sistema.