El gobierno de Jimmy Morales y el de Giammattei, fueron la continuación de la administración de Pérez Molina, en la aplicación de doctrinas de Seguridad Interna conducidas por el Ejército. La utilización de la inteligencia, para mantener el control sobre la población y sus organizaciones más representativas, con lo cual se regresó a los tiempos del Conflicto Armado Interno. La utilización del Ejército, fue para mantener el control político sobre la sociedad por la fuerza de las armas. Imponer Estados de Excepción suspendiendo las garantías y derechos de los ciudadanos guatemaltecos, y colocar sobre la población la supremacía de la seguridad del Estado. Control político sobre la población, que de otra manera no lo hubieran logrado, porque estos gobiernos sufrieron desde el principio, un excesivo desgaste político, por las medidas impopulares y abusivas de su administración.

Fotografía de Carlos Alonzo
El regreso a la militarización, se produce por parte de los castrenses, para mantener sus privilegios elitistas sobre la sociedad, que según ellos “deben recuperar”, después que fueran reducidos con la Firma de la Paz. Esto, frente a una sociedad que siempre fue sometida por gobiernos militares, con políticas autoritarias y dictatoriales. Tomando en cuenta que, dentro de los poderes del Estado, no existe una verdadera oposición política que lo impida, ni siquiera en el Congreso de la República. Es también la explicación, del porqué se han fortalecido organizaciones paramilitares fascistas de derecha, como Fundaterror y otras similares; así como personajes que cometieron Crímenes de Lesa Humanidad, y las más crueles violaciones a los derechos humanos, ahora dentro de partidos políticos que fueron inscritos para las próximas elecciones. Esa imposición desde el propio Estado, ha polarizado el país, creando malestar y la oposición política que se reflejará en las elecciones.
La militarización no es solo presencia del Ejército en las calles, es la presencia de oficiales de inteligencia asumiendo funciones en la administración pública y dirección dentro de casi todas las instituciones del Estado. Se cooptaron casi todos los cargos más importantes de gobierno, imponiendo los métodos, doctrina y criterios militares para el funcionamiento orgánico de las instituciones. Pero el mayor logro fue el control de la sociedad por medio del aparato estatal, subordinado al Ejército, como ingrediente fundamental de dominación política. Donde la cúpula militar y poderes fácticos; de nuevo, toman las principales decisiones políticas. Se ha vivido con la certeza de que el Ejército ha detentado el poder real en Guatemala.
Las políticas de remilitarización, las impulsaron los gobiernos del Partido Patriota, el FCN-Nación, y desde luego VAMOS, los que regresaron a desarrollar actividades de inteligencia ya superadas, encaminadas hacia el control de la población, lo que representa un retroceso dentro de la democracia, del Estado de Derecho; violando el avance que se tuvo en el respeto y cumplimiento los derechos humanos. El regreso al autoritarismo militarista, donde las instituciones de seguridad del Estado, están infiltradas y copadas por determinadas expresiones del crimen organizado, la corrupción e impunidad.
Seguirán celebrando elecciones, teniendo el control de los resultados; darle continuidad al proyecto político-económico de los militares, que en el pasado pretendió arrebatarle el poder económico a la oligarquía y burguesía nacional, pero que fracasó, porque los oligarcas los trataron como advenedizos, y les dijeron: “los ricos ya estamos cabales”. No comprendieron los militares que solo son empleados o servidores del Estado de la Oligarquía, de los grupos del poder económico. Al finalizar el Conflicto Armado, ya no fueron requeridos sus servicios de la manera como lo hicieron, les dieron la espalda, dejándolos solos y cargando con la culpa de sus crímenes. Por esa razón el Ejército empezó a buscar ¿Qué Hacer?, en la nueva coyuntura política del país. De esa manera, en época de paz, asumieron el mismo rol contrainsurgente, enarbolando la bandera de la democracia.

Fotografía de Carlos Alonzo
Los últimos tres gobiernos, han mantenido el fortalecimiento del Ejército, asignándole actividades para competir y superar las funciones de otras instituciones del Estado, como educación, salud, infraestructura, y otras, que no les compete y por las que se hacen dobles esfuerzos y dobles presupuestos. Además de nuevo presupuesto, les dio luz verde para crear nuevas unidades militares, como la Séptima Brigada en Baja Verapaz. Con una mentalidad autoritaria e impulsando un nuevo modelo de dictadura, Giammattei, desde el 2020, se propuso aumentar por año 1500 efectivos, contrario a los Acuerdos de Paz. Para el año 2024, debe sumar a la cifra ya existente, 6000 nuevos efectivos. Se propuso fortalecer al Ejército con nuevo equipo, que, sin cambiar de mentalidad, seguirá haciendo lo mismo, el control de la población. ¿Estaría dispuesta la sociedad de tolerar y ser gobernada por una dictadura militar en pleno siglo XXI? porque, esa es la propuesta política del pacto de corruptos.