Desde la conquista de los pueblos americanos, surgió el mito del “buen salvaje”, utilizado por pensadores como Rousseau para acuñar la teoría filosófica sobre la bondad natural de los seres humanos. Plantea que la codicia, la maldad y la degeneración de la raza humana es adquirida por la formación ética y el entorno social del individuo. Los conquistadores encontraron cualidades de docilidad, ingenuidad y amabilidad entre los indígenas por lo que decidieron que eran aptos para instruirlos en la fe cristiana. Trataré de explicar, ¿Qué tiene que ver con nuestro “sistema político”? Si se puede llamar así a la pantomima que estamos viviendo ya entrados en el proceso electoral 2023.

Fotografía de Carlos Hernández
Como resultado de la domesticación del salvaje, tenemos la sociedad de hoy. No podemos soslayar que, lejos de un mundo mejor, nos dirigimos hacia un sistema distópico en donde los desastres provocados por el “hombre”, las guerras, el hambre, la muerte y cuanta plaga -llamada pandemia-, nos están destruyendo el futuro. Estamos atrapados entre las ventajas del desarrollo y su costo, en detrimento de los recursos naturales. A los corruptos politiqueros no les importa en lo más mínimo. Su único objetivo es llegar a servirse del puesto.
Los políticos en contienda y otras personas que ni políticos son, le coquetean a usted para que, en las urnas, les dé el beneplácito de la duda o la promesa de un “chancecito” en cualquier institución del Estado. Los financistas llevan toda la intención de que sus empresas se queden con las mejores contrataciones de obra pública. Los señores que controlan las rutas del narcotráfico esperan ver el resultado de sus inversiones por medio de protección, acompañamiento o tan solo la promesa de dejarlos trabajar. Los financistas privados, cada uno en su especialidad, se lucen aportando carros blindados, viajes en helicóptero o caravanas de acarreados para los mítines de varios partidos, por si las moscas.
¿Qué tiene que ver todo lo anterior con los corruptos buenos? Que estamos viendo tanta escoria lanzando candidatura que, en un punto, hasta vemos como buenos a los menos malos. Los que ganan raspados un examen a conciencia de lo que debería ser un presidente, vicepresidente, diputado o alcalde. Hay cada pretendiente a candidato, que apabulla al votante. No sabes si reír o llorar ante propuestas como la del Rambo a la Tortrix y Robocop.
En fin, El corrupto bueno es aquel que llega y roba poco; el que roba, pero trabaja; más vale corrupto conocido que nuevo por conocer. Pero sucede que los nuevos son adiestrados rápidamente por los antiguos, como pasa en el Congreso. Los diputados novatos terminan siendo manipulados, comprados y aleccionados, resultando en nuevas generaciones de corruptos y corruptores “buenos” para el arte de mentir, vender su voto, negociar leyes a cambio de plazas, y hasta son aleccionados para ser abusivos y prepotentes. El corrupto bueno es el que consigue estar en la jugada, ese que sabe negociar privilegios por intereses sectarios.
De acuerdo a la teoría del “buen salvaje”, el aborigen, en su estado natural es bueno, mientras el conquistador es portador de la codicia, la promiscuidad, la violencia y demás imperfecciones. El corrupto y el corruptor buenos son, en principio, buenas personas. Empresarios bonachones que invitan a cenar al político para que les ayude en un tema. El corrupto funcionario que acepta las dádivas que le ofrecen con el pretexto que si no se alinea con el sistema, será despedido de inmediato.
Se puede conjeturar que hay políticos corruptos que se hacen los buenos y otros que son buenos pero igualmente corruptos. También está el padre que enseña a sus hijos el arte de hacer política sucia. Una vez adoptada la política como medio de vida, se es corrupto por naturaleza. De entrada, su objetivo será vivir de la tranza y, al ser heredero de un linaje de corruptos con experiencia, automáticamente es corrupto bueno.
La utopía de la distopia que vive hoy el mundo, por ende, nuestro pequeño territorio, demuestra que el hombre no es bueno por naturaleza. No existe el buen salvaje, mucho menos el buen político. Por tanto, la utopía es seguir pensando que en las actuales circunstancias, tenemos posibilidad de elegir lo medianamente conveniente para los próximos cuatro años.

Fotografía de Carlos Hernández
¿Surgirá algún proyecto o candidatura que logre capitalizar el descontento popular ante los sucesos que se aproximan? Es prematuro adivinar. Sin embargo, estimo que en pocos días tendremos algunas definiciones que podrían salvar el proceso. De caer en manos de los mismos, no auguro que nos levantemos hasta dentro de dos décadas… tal vez.