El año nuevo dio inicio en los Partidos Políticos, con diferentes estrategias y actividades para ganar las elecciones.  Dentro de esta estrategia, el partido oficial planificó, que alcaldes de 200 municipios aporten al menos 400 mil votos, para su reelección y contribuyan a la candidatura presidencial. Esos votos consideran que ya los tienen ganados, porque en su estrategia, el Congreso autorizó a las corporaciones municipales Q4 mil millones para proyectos, lo que significa compra de voluntades.

Fotografía partido Vamos

Mientras tanto, emisarios de los partidos políticos que están inscritos, ya hacen fila en las afueras del Tribunal Supremo Electoral (TSE) para inscribirse el 21 de enero y logar una mejor casilla en la papeleta electoral, que, con la cantidad de candidatos, es algo parecida a un cartón de lotería. La Ley Electoral, plantea que quien primero se inscribe, tiene el derecho a elegir la ubicación en la papeleta que mejor le convenga.  La convocatoria de elecciones se hará el 20 de enero, mediante un acto solemne en el Teatro Nacional, lo cual se puede considerar de manera oficial, como el “banderazo de salida”.

Mientras tanto, los ministerios de Gobernación, Defensa y el Ministerio Público, han entregado al TSE, sus planes de contingencia, ante posibles actos conflictivos que se pueden producir en algunos municipios que ya están ubicados, antes, durante y después de las elecciones. Se podría asegurar que de parte de la ciudadanía, no ocurrirán estos actos violentos, pero sí de seguidores de los partidos considerados violentos militaristas del oficialismo, como sucedió el Viernes Negro con la movilización de Ríos Montt. También se esperan reacciones de la derecha fascista, que le han prometido a los ex militares y patrulleros civiles, una compensación económica por sus servicios prestados al Estado durante el Conflicto Armado Interno. Los ciudadanos ya están acostumbrados en cada proceso electoral, a este ilegal tipo de ofrecimientos y la manipulación hacia los exmilitares, que al final son olvidados y no se les cumple, pero que representan un caudal de votos.

Preocupa la situación polarizada y conflictiva que se vive en el país, donde cualquier mala política gubernamental, puede tener resultados impredecibles y donde impera una gran incertidumbre. Las irresponsabilidades y las absurdas decisiones gubernamentales, los pocos resultados, así como una vida íntima convertida en secreto a voces, colocan al actual gobierno como el más impopular en América Latina, y el más malo en Guatemala. Se suma a esta situación, las inconformidades que, desde diferentes sectores sociales, se han ido sumando a la escalada dictatorial del Ejecutivo, que ha ido cooptando las instituciones de los diferentes poderes del Estado. Ello abona a la corrupción, impunidad, a la destrucción de la poca democracia alcanzada con los Acuerdos de Paz, así como la destrucción del Estado de Derecho, que se refleja en las políticas injustas contra diferentes sectores y organizaciones sociales, y contra los operadores del propio sistema de justicia.

El partido oficial ha echado a andar su estrategia y según los recursos invertidos, pretender ser el ganador. Pero de no funcionarles esos planes, el partido que en esas circunstancias gane las elecciones, lo hará con pocos votos ante los alcanzados por la cantidad de candidatos, lo que significa, un mínimo de legitimidad.  Eso ocurrió con la actual administración, que gobierna para un reducido sector de la sociedad. Los demás sectores o los han comprado o los han amenazado para lograr su apoyo. El gobierno de Lucas García, obligaba a los empleados estatales, a manifestar en apoyo a su gobierno, de no hacerlo eran despedidos y perseguidos. Algo parecido a lo que se ha observado contra los opositores en los últimos tres gobiernos.

Fotografía partido UNE

¿Pero quiénes son los candidatos, que se disputarán la presidencia?  No se ven caras nuevas, no se proponen programas de gobierno para paliar la crisis que se vive, en el país. Son los de siempre y los que representan más de lo mismo. Su aspiración es ser presidente y disfrutar las mieles del poder, sin importarles, no satisfacer las necesidades de la sociedad, tal como lo han demostrado los últimos gobiernos.  A ello se le llama democracia en Guatemala.

Muchos de los electores emitirán un voto de castigo a esas viejas formas de hacer política y principalmente a la corrupción que se ha enseñoreado en el país, otros con hartazgo votarán nulo o en blanco, pero habrá otros que no votarán. Lo que refleja en el ciudadano guatemalteco, su frustración y desconfianza ante el sistema político y caduco. Es un panorama poco optimista, pero se esperaría el despertar del gigante dormido, la población más necesitada, además, quien la organice y dirija para realizar los cambios que el país necesita.